El Adviento: un tiempo de espera.

1º Semana de Adviento

En la vida del ser humano hay muchos momentos que son necesarios para conocer su propia realidad. Son espacios de tiempo que le interpelan y le hacen dialogar consigo mismo. Estos momentos pueden ser de felicidad por algún motivo, de tristeza, de pasión por algo o por alguien, de necesidad de ser escuchado, de sentir la presencia afectiva de los que uno más quiere y un sin fin de motivos. Pero hay uno del que se habla poco y si se habla, es de manera superficial, porque trae un poco de connotación. Nos referimos a la Esperanza, un valor muy necesario para el ser humano aunque tal como van las cosas en este mundo que cada día nos enseña su cara más triste – hambrunas, guerras, desastres, desempleos, crisis económicas en diversas naciones, marginación, etc. – parece que la Esperanza se queda corta ante tan cruel realidad.

La Esperanza nos hace vivir, cambia la vida, influye en la manera de existir y hace que se vean las cosas de otro modo.

Para el cristiano, es fundamental vivir en la esperanza, porque es parte de la fe que profesa. La Esperanza unida a la fe y al amor, entendiendo este último como justicia y compasión, ayudan a que muchas cosas sean más factibles y se miren desde otra perspectiva. El creyente cultivando estos aspectos tan antropológicos y también teologales vive desde su humanidad la unidad con Dios.

Nos adentramos en el Adviento, un tiempo de espera que para los cristianos tiene una doble vertiente: natalicia y escatológica, de Cristo que viene y que vendrá. El Adviento cristiano hace referencia a la espera en Jesucristo, que reconforta nuestra esperanza y la mantiene viva y expectante hasta su vuelta definitiva. Es un tiempo litúrgico que ayuda a dar valor a lo pasado o lo que ocurrió en un determinado contexto, vivifica el misterio celebrado en el presente y encauza hacia una proyección de futuro.

De cara a nuestra cultura, el Adviento prepara una de las mayores fiestas del año: la Navidad. Todo se adorna con acento navideño, ciudades, pueblos, casas; realmente es una época muy entrañable, pero, cada vez se va perdiendo el sentido del Adviento cuando todas estas decoraciones, reuniones sociales y ambientes se hacen sin saber por qué.

Durante muchos años no se celebraba la Navidad como hoy conocemos. Los cristianos sólo iban a las iglesias y no había una relevancia social de la Navidad. Es en el siglo XIX cuando surge la moda del árbol de navidad, las tarjetas, los villancicos, la corona de adviento. Pero en el siglo XX con el desarrollo del comercio y el afán de consumo estas prácticas populares dieron un nuevo giro. El Adviento, al principio, se reservaba para las iglesias como días litúrgicos especiales de preparación para la Navidad. Actualmente sigue siendo así, pero cargado de otros complementos sociales y alejados de lo religioso: compras de regalos, preparación de cenas de trabajo y de familia, se espera la paga extra para ir de vacaciones, etc. Con estos modos de vida se ha llegado a tal punto que la Navidad y el Adviento, muchas veces no tiene nada que ver con su sentido original, y ha pasado de ser una fiesta con sentido religioso a ser una “espera” con intenciones comerciales.

Ahora, ¿qué sentido puedo dar a este tiempo Adviento? ¿Cómo está mi interior? Sería conveniente reflexionar y saber que estaremos viviendo realmente el Adviento cuando cultivemos y desarrollemos la Esperanza, porque el mismo Jesús vive de Esperanza y manifiesta su profunda esperanza en Dios; cuando se encienden todas las bombillas de la espera; cuando se está atento a la necesidad del prójimo, “quien no ama su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 4,20); cuando se sabe escuchar y acoger, cuando se es humanitario. En una frase: “El Señor está más cerca de los que viven más necesitados.” ¿Sientes la cercanía de Dios en tu vida?