El conocimiento personal
La felicidad y la santidad son dos aspiraciones profundas que atraviesan, de cuando en cuando, la mente y corazón humanos. A menudo, saltan interrogantes circundantes a la vida plena: ¿se puede ser feliz? ¿La felicidad es viable en la tierra? ¿Nos conocemos a nosotros mismos? ¿Hace falta conocerme? ¿Cuándo termina el conocimiento personal?
En este artículo pretendemos señalar cómo la felicidad y la humildad constituyen una consecuencia del conocimiento personal. Para ello, haremos un acercamiento sucinto a cada uno de estos términos.
Conocimiento personal: primer peldaño de una vida auténtica
Conocerse a sí mismo es una de las empresas más complicadas de la existencia humana. No obstante, una de las más enriquecedoras, aunque muchas veces o no supone una preocupación real o no vale la pena hacer este viaje. La experiencia cotidiana atestigua que somos una continua dinamita de sorpresas tanto para los demás como para nosotros mismos. Conocerse es una tarea de por vida, pero necesaria. Es una labor exigente y paciente.
El conocimiento personal es una condición suficiente y necesaria de una vida auténtica. La Palabra de Dios, la oración, la meditación, los hermanos, etc. Son algunos estadios del conocimiento, descubrimiento y crecimiento. La serenidad y la paz son frutos del autoconocimiento, de ahí que quien sabe quién no necesita demostrar nada a nadie. Al presente, sigue siendo urgente y apremiante conocerse, a pesar de la dictadura del ruido que inunda y desborda.
Humildad: puerta de acceso a una vida plena
El ejercicio de conocimiento personal debería conducir a la humildad. Es decir, reconocer y aceptar todo lo que somos y tenemos de bueno y malo. Aquello incluye la integración de nuestras flaquezas y potencialidades. Huir de nuestras limitaciones, nuestra verdad es interrumpir nuestro crecimiento personal y espiritual.
Quien no se conoce, no descubre la belleza, riqueza y grandeza únicas e irrepetibles que hay en él. Quien no se conoce, no descubre su vocación, propósito de vida. La vocación, como una inclinación natural, nos invita a ser y estar de una manera en el mundo. El autoconocimiento engendra el descubrimiento y éste el crecimiento. por consiguiente, el descubrimiento de la propia vocación es consecuencia de un conocimiento y descubrimiento genuinos, porque la vocación supone una respuesta gradualmente acertada de qué quiero ser, cómo quiero vivir, quién quiero ser y qué quiero hacer con mi vida.
Felicidad: objeto del viaje existencial
¿Existe la felicidad? ¿El dinero da la felicidad? ¿El amor da la felicidad? ¿Qué es la felicidad? Son inquietudes recurrentes en nuestros entornos, porque no tenemos una definición acertada, aceptada y definitiva de la felicidad. Es objeto de un relativismo conceptual, pero el conocimiento personal y la humildad nos acercan a ella. La orientación y el sentido de nuestra vida están condicionados por constantes búsquedas que obedecen a esta sed, la felicidad, relacionada directamente con el conocimiento personal y la humildad.
En conclusión, quien no se conoce no puede ser humilde, porque es conocerse y aceptarse. Quien no se conoce no descubre su vocación; quien no conoce su vocación no es libre; quien no es libre no puede ser feliz. Muchas personas, con edad avanzada y vida programada, solían abandonar sus ocupaciones cuando han hecho un verdadero proceso de conocimiento, descubrimiento y crecimiento personal. Descubren su vocación, con ellos apuntalamos que la felicidad es una tarea interior. La felicidad consiste en vivir según la propia vocación, en amar y servir. Nunca es tarde para conocerse, descubrirse y crecer, tampoco para descubrir la vocación y, por ende, para ser feliz porque la felicidad es la vocación humana por excelencia, aunque no al margen de los demás.