El Día de Todos los Santos
Los santos expresan de diversas maneras la presencia poderosa y transformadora del Resucitado.
En cada generación, Dios suscita santos que desafían a los cristianos a vivir como deben: como verdaderos discípulos de Cristo. Para los creyentes, este día no es solo un recuerdo de todos los que han fallecido, sino, en especial, de aquellos que vivirán para siempre. El Día de Todos los Santos es una fecha para celebrar a los «santos»: aquellos a quienes Dios ha hecho «santos», aquellos que están unidos a la Resurrección de Cristo y viven con él en el Mundo Venidero. Sólo Dios en su misterio, conoce a profundidad a cada uno estos santos; Él ha inscrito sus nombres en el Libro de la Vida, que es el centro de su amor eterno. Con su vida, los santos nos hablan del camino de purificación del alma hacia la plena comunión con Dios.
Los santos expresan de diversas maneras la presencia poderosa y transformadora del Resucitado. Ellos permiten que Jesús invada tan profundamente sus vidas, que pueden decir, como san Pablo: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). Seguir su ejemplo, buscar su intercesión y entrar en comunión con ellos «nos acerca a Cristo, de modo que nuestra compañía con los santos nos une a Cristo».
Todos los santos son ejemplos de santidad. Pero, ¿Qué significa ser santo? ¿Quién está llamado a ser santo? La santidad, la plenitud de la vida cristiana, no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en estar unidos a Cristo. San Agustín exclamaba: «Mi vida será una vida verdadera estando totalmente llena de ti». Los santos son como el arco iris que refracta la luz de Cristo en las múltiples formas de seguimiento.
sólo hay una verdadera tristeza en la vida: no ser santo
La constitución dogmática sobre la Iglesia subraya que todos estamos llamados a la santidad por el Espíritu. Siguiendo a Cristo, expresamos la verdadera santidad cristiana como caridad hacia Dios y el prójimo. Por eso, decía Léon Bloy, «sólo hay una verdadera tristeza en la vida: no ser santo». Esto resume la esencia de la vida cristiana: amor, sencillez y compromiso con la santidad. En este sentido, son significativas las palabras de San Agustín: «Dilige et fac quod vis» («Ama y haz lo que quieras»). Recordando a todos los santos, nos animamos a creer que la santidad es un camino que podemos recorrer.
Agradecemos a Dios por los santos que hablan a nuestro corazón y nos ofrecen un ejemplo de vida cristiana digno de imitar. Invoquemos siempre al Espíritu Santo, para que inspire en la Iglesia hombres y mujeres santos y valientes que, desarrollando los dones recibidos de Dios, aporten su especial y valiosa contribución al desarrollo espiritual de nuestras comunidades y de la Iglesia en nuestro tiempo.
Referencias:
1. K. Rahner — A. Raffelt (ed.), The Great Church Year: The Best of Karl Rahner's Homilies, Sermons, & Meditations, Crossroad Publishing Co., New York 1993.
2. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium [Constitución dogmática sobre la Iglesia], Santa Sede 1964, nn. 41-50.
3. Benedicto XVI, Holy Men and Women Of the Middle Ages and Beyond, Ignatius Press, San Francisco 2012.