Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí: que pueda ver
Si los Evangelios tienen una función evangelizadora, el testimonio evangélico de este día no puede ser una excepción. Se trata de la curación del ciego Bartimeo, cuyo nombre significa el hijo de Timeo, que nos introduce de lleno en la perspectiva marcana para explicar la subida y la llegada a Jerusalén por parte de Jesús. Y, precisamente, en este camino de subida hacia Jerusalén, Jesús aprovecha para explicar a sus discípulos su verdadero mesianismo: un mesianismo al servicio de las personas. Pero los discípulos de Jesús no entienden este tipo de mesianismo; pues la ambición los tiene cegados a todos. Todos los discípulos buscan lo mismo que los hijos de los Zebedeos, que, sin embargo, indignan al resto del grupo. Marcos, después de presentar la instrucción de Jesús a los discípulos, instrucción al servicio de las personas antes que del propio interés, introduce el pasaje de la curación de un ciego de Jerusalén, figura de los discípulos que no entienden el mensaje de Jesús. El relato de Bartimeo es el último relato de sanación en el evangelio de Marcos, y es el final de su capítulo diez. El capítulo once narrará la entrada triunfal en Jerusalén y el falso mesianismo que resalta esa llegada.
El pasaje del ciego Bartimeo es un pasaje fundamental en Marcos, pues en él descansa la tensión narrativa de la sección en la que Jesús instruye a sus discípulos. Después de la confesión de Pedro a Jesús como mesías, éste empieza a enseñarles cómo es su mesianismo y cómo ha de ser el discípulo que desee y quiere seguir a un Mesías, siervo de los más pequeños. Bartimeo es el primero en llamar públicamente a Jesús “hijo de David”; lo hace después de la confesión de Pedro. Pero los discípulos, que se muestran bastante faltos de fe, manifiestan que a estas alturas del seguimiento, aún no comprenden a su maestro Jesús. Bartimeo, además, es para nuestro evangelista, prototipo de la ceguera de los discípulos, aferrados a sus falsas seguridades y protagonistas de una vida estática y falta de vitalidad y dinamismo creyente.
Las dificultades o barreras no impidieron al ciego gritar y presentar su petición a Jesús para que lo curara de su ceguera. Aun sabiéndolo Jesús, éste le pregunta qué quiere que haga por él. Marcos quiere resaltar el hecho de que para llegar a curarse o sanarse se necesita tener fe. La palabra de Jesús es palabra de salvación y sanación. Es la fuerza liberadora de la fe la que nos trae la salvación y sanación. Es en el hombre Jesús en donde se encuentra a Dios. Por eso se encuentran en Jesús las características que reflejan a Dios mismo. En Jesús Dios se manifiesta y desaparece la frontera que separa a Dios del hombre. Desde el punto de vista antropológico el hombre constituye la medida de todas las cosas. Pero el designio y la voluntad de Dios es que el ser humano alcance la plenitud de vida y de humanidad que se encuentra en Jesús. El ciego no sabe guiarse en la vida, en el camino, necesita de la mano de Jesús para poder guiarse en la vida y en el camino. Por eso cuando recobra la vista, de repente, sigue a Jesús por el camino, por las sendas de salvación.
Este pasaje describe en el fondo la eclesiología marcana. Para Marcos la comunidad cristiana no constituye un nuevo Israel, sino una nueva humanidad, en la que debe incluirse Israel, por supuesto. Por eso Marcos distingue dos tipos de seguidores de Jesús: los procedentes del judaísmo y los paganos. Al primer grupo Marcos lo llama los discípulos, los Doce son el Israel definitivo que no está ligado a una tierra, sino que se pone al servicio de la humanidad. En cambio el segundo grupo no tiene especialidad. Son todos los que estaban en torno a Jesús. Marcos distingue así una Iglesia que procede de la circuncisión y otra que procede del paganismo. Los Doce muestran su incomprensión del mensaje de Jesús, mientras que los otros (paganos) serán quienes lo comprendan. Marcos muestra así el éxito de la misión entre los paganos. El esfuerzo de Jesús fracasa entre los judíos, ya que sus seguidores estaban vinculados con el exclusivismo, y serán los paganos quienes acojan su mensaje.
Este pasaje del evangelio está centrado en la humanidad de las personas. Esta centralidad del hombre es la característica fundamental del testimonio evangélico de Marcos. Y, además, enseña que la vida del discípulo consiste en seguir a Jesús por la misma senda de incomprensiones y rechazo que transitó. En todas las épocas, circunstancias de la vida, las advertencias y la promesa para los seguidores de Jesús son siempre: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”. Marcos hace énfasis en la necesidad de tener fe en la persona, mensaje y poder de Jesús para ayudar a aquellos que están en apuros. Lo opuesto a tal fe puede verse en los motivos de los corazones endurecidos. El Jesús, que describe Marcos, es capaz y está dispuesto a ayudar a quienes se encuentran en extrema necesidad. Y Marcos asegura a los cristianos de todas las generaciones, que los mismos milagros que acreditaban el ministerio de Jesús, luego el de los apóstoles, continúan siendo elementos característicos del pueblo-familia de Dios bajo la nueva alianza. Por eso, “contra el mito posmoderno de la inocencia, es necesario hablar de Dios sin perder de vista la historia del sufrimiento del mundo”, de las personas; y “mantener el clamor en la memoria y ponerle plazo el tiempo” con el fin de encarnar el mensaje de Jesús en la historia y en la sociedad. Esto, el mensaje de Jesús, el Evangelio debe estar y entrar en contacto con la vida de las personas.