Jesús predica un Dios cercano, tierno y misericordioso - IV Domingo T.O.
El Evangelio que nos propone hoy el calendario litúrgico, se contextualiza en el comienzo del ministerio de Jesús. San Marcos, en el Evangelio del domingo pasado situaba a Jesús en Galilea eligiendo a sus primeros seguidores. En el de hoy, lo sitúa en Cafarnaúm, en una sinagoga, en donde no pierde la ocasión de anunciar la Buena Noticia, dejando al público asombrado e impresionado por su marera de enseñar, pues “enseñaba con autoridad y no como los escribas”.
La autoridad de la que nos habla hoy el Evangelio de Marcos no está basada en un privilegio de primacía de Jesús sobre los demás, ni en una función oficial o en un título. La autoridad de Jesús está basada en su relación única y singular con su Padre, y en su manera de enseñar. Jesús enseña partiendo desde la cotidianidad, desde las situaciones concretas en las que vivían los hombres de su tiempo, de tal forma que los que lo escuchaban se sentían interpelados, amados… tocados por Dios. La autoridad de Jesús va emparejada con una existencia completamente sencilla; su manera de ser y de anunciar el reino de Dios es distinta a los esquemas habituales de los escribas. Esto es lo que llama la atención a la gente.
Jesús impresiona y asombra a los presentes en la sinagoga porque expone el mensaje de Dios, su Padre como nadie lo había hecho antes: Habla y enseña con seguridad, con libertad y con autoridad. La nueva forma de enseñar de Jesús es un signo que marca un cambio en la manera de interpretar y de revelar al Dios padre misericordioso y compasivo.
El relato de la curación de Jesús al hombre endemoniado es un lenguaje que expresa con claridad este cambio, que manifiesta que una potencia renovadora habita ya en el mundo. Jesús, con sus enseñanzas y actuaciones, —que vienen a referenciar su predicación— muestra el comienzo de un nuevo orden; muestra que el reino de Dios, su Padre, ya no se presenta solo como una realidad futura, escatológica, como para los profetas y los escribas, sino que se presenta como una realidad presente, una realidad que se está irrumpido ya en el mundo a través de lo que hace, de sus enseñanzas y sus obras.
Jesús no enseña como los escribas, sino que enseña, predica un Dios cercano, tierno y misericordioso, un Dios que se deja tocar y que quiere librar al hombre de tantas cosas que le tienen preso, que le angustian, que le esclavizan…, que le impiden experimentar el amor de Dios en su vida. Por eso, inicia Jesús su ministerio curando al enfermo en la sinagoga de Cafarnaúm, para mostrar que Dios no quiere nuestro sufrimiento, sino nuestra felicidad y nuestra salvación.