La fe del ciego Bartimeo (Domingo XXX TO - Mc 10, 46-52)

Fr. Dailos José Melo González
Fr. Dailos José Melo González
Real Convento de Ntra. Sra. de Candelaria, Tenerife
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En el Evangelio de este domingo vemos cómo un ciego llamado Bartimeo, que estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna, al oír que pasaba Jesús delante de él, comienza a gritarle: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Algunos de los que le oían le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte.

A veces, nos resulta fácil reconocernos en la persona de Bartimeo. Vivimos en ocasiones como si estuviéramos ciegos, perdidos, al borde del camino, en la cuneta, y no vemos al que puede curarnos, al que puede hacernos feliz, al que puede orientar nuestra vida y dotarla de sentido.

Ante esto ¿cómo reaccionar? Vemos en el evangelio cómo el ciego Bartimeo cuando se enteró que pasaba por allí Jesús, al saber que podía curarlo, se lanzó a gritarle: “Hijo de David, ten compasión de mi”. No perdió la oportunidad de intentar conseguir que le curara. Así es como deberíamos reaccionar sus seguidores, porque Jesús es el que nos puede curar, hacernos felices, y orientar nuestra vida hacia buen puerto.

Ante la insistencia de Bartimeo, Jesús se detuvo y lo mandó llamar. Bartimeo soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Si acudimos a Jesús con fe, como lo hizo Bartimeo, Él no pasará de largo dejándonos ciegos, al borde del camino, o con la dificultad que tengamos, sino que se parará, nos escuchará, y como hizo con el ciego del evangelio nos preguntará: ¿Qué quieres que haga por ti? ¿Qué necesitas? ¿En qué puedo ayudarte? Con el cariño y el cuidado que un padre cuida de su hijo, así lo hará Jesús con nosotros.

Bartimeo, ante la pregunta que le hace Jesús, no duda en responder: “Maestro, que pueda ver”. Él sabe muy bien lo que necesita. Poder ver. ¡Qué petición tan bonita! Cuando uno puede ver las cosas de manera diferente, desde perspectivas distintas, logra orientarse mejor, y su vida da un cambio radical.

Jesús, ante la petición de Bartimeo, le responde: “Anda, tu fe te ha curado”. Y nos dice el evangelio que al momento recobró la vista y lo siguió por el camino. ¡Qué importante es tener fe! Si tenemos fe en Dios, lo que pidamos, si es para nuestro bien, se nos concederá. El ciego no recobra solo la vista, sino que se convierte en un verdadero seguidor de Jesús, pues como nos dice el evangelio: “lo siguió por el camino”. Después de tener esa gran experiencia, ese encuentro personal e íntimo con Jesús, Bartimeo no puede hacer otra cosa que seguirle.


Después de tener un encuentro personal con Jesús, como el que tuvo Bartimeo, es difícil no seguirle. Es difícil no amarle y dejar que sea Él el guía, el rey, el maestro de nuestra vida.