María, la fuerza de un “sí”
3º Semana de Adviento
Mientras recorremos el camino del Adviento encontramos, de entre todos los personajes que lo ilustran, a uno que brilla con especial resplandor: la Virgen María, la humilde esclava del Señor. Ella está siempre presente en todo itinerario cristiano como evangelio cumplido, modelo de vida perfecta y feliz, ejemplo de discipulado, espejo en el que mirar nuestra vida y su destino, brújula para orientar nuestros sueños.
Es mucho lo que sabemos de Ella. ¡Desde siempre hemos crecido a su lado! Sin embargo en este tiempo litúrgico se nos muestran nuevos rasgos de la Madre de Jesús, como si aún nos faltara profundizar más, sumergirnos mejor en la entraña de su vida. ¿No nos pasa a veces que cuanto más miramos a alguien más belleza le encontramos? Más nos extasiamos, más descubrimos, más amamos... Estas cuatro semanas pueden quedar sintetizadas en el simple “sí” que, gestado en su corazón, salió de sus labios y -por el amor infinito de Dios a la humanidad- se hizo carne frágil en Belén. ¿Qué repercusiones puede tener en la vida de una mujer sencilla, o de un hombre cualquiera, un simple “sí”? ¿A qué cotas de felicidad y realización puede llevar una pequeña decisión? ¿Qué fuerza tiene para hacer comenzar un nuevo proyecto o abrir nuevos caminos? El “sí” de María, su experiencia vocacional consciente y aceptada, orienta nuestra respuesta a Dios, en los momentos decisivos de la vida pero también en los más ordinarios.
El “sí” de María surge de su libertad y capacidad de elección. En un instante arriesga su futuro y lo invierte en un proyecto de vida. No se siente condicionada por normas o por el miedo al qué dirán. No elige lo de siempre, lo que no da problemas y deja tranquilo. No pretende agradar a nadie. No hace “lo que todo el mundo”. Dueña de su destino, lo orienta de una manera nueva a Dios: “Quiero, hágase”. En cada vocación humana toda la libertad se está poniendo en juego.
El “sí” de María abre espacios de felicidad y santidad. No es una vocación cualquiera, sino la plenitud de lo humano lo que se arriesga. Y la vida se tiene para hacerla feliz, o sea, para hacerla santa. Abierta a la voluntad de Dios crea ámbitos de santidad en la Historia. Acogiendo en lo más hondo de su entraña al que es “Todo-Santo” Ella misma queda como contagiada de esa felicidad eterna. Una vocación, puesta en las manos de Dios, genera toda una cadena de felicidad y santidad para uno mismo y para los demás.
El “sí” de María origina nuevos lenguajes, nuevas formas de comunicación. ¿Cómo responderle a Dios con unas simples palabras? María desborda de gozo, se pone en camino, sirve, canta la alabanza del Dios que hace obras grandes. Se adentra en el silencio. Observa y guarda en el corazón, discierne las huellas divinas tras las apariencias humanas… No hay vocación sin una sobreabundante expresión de vida. ¿Por qué no probar nuevos lenguajes en este adviento?
El “sí” de María inicia una nueva experiencia de comunión. Porque no se sabe sola, sino hondamente acompañada, se une a otros: se abre a su pueblo, se admira de la creación, se deja contagiar por la gracia, se adentra en el misterio de comunión de Dios. Porque no hay vocación que no acerque, que no busque hermanos, que no cree lazos, que no entre en el amor gratuito de Dios manifestado en lo humano.
El “sí” de María comienza una historia de amor. ¿No es amor lo único que mueve su vida? ¿No es su corazón el que queda seducido por el Altísimo? Toda vocación es respuesta a un interrogante de amor, a una búsqueda afectiva que sólo encuentra calma cuando el corazón se ha colmado por completo. Y no llenan las ideas, ni el tener o aparentar. Nos plenifica saber que somos amados por Alguien que tiene nuestro nombre en su Corazón.
Que el “sí” de María acompañe y sostenga, durante este Adviento, nuestra personal respuesta a Dios.