"Me voy a pescar"
Tercer Domingo de Pascua
El amor es la única forma de conocer las cosas importantes de la vida. Aún más, el amor es la única fuerza capaz de hacer que cambiemos de planes, de expectativas y de prejuicios. El Evangelio de este Domingo de Pascua nos habla de todo esto.
Pedro comienza el diálogo del relato precisamente como podríamos empezar nosotros muchos de nuestros días de cada día: “me voy a pescar”, me voy al trabajo, me voy a la universidad, me voy al bar… y el resto de discípulos le siguen. Además el día no es especialmente fructífero: “aquella noche no cogieron nada”, también como muchos días de nuestra vida.
Es entonces cuando Jesús entra en escena. Entra en escena como muchas veces lo hace en nuestras vidas, pasando desapercibido, sin que nosotros sepamos quien es. Pero aunque venga discretamente su mensaje siempre es igual de tajante: “echad la red al otro lado…” El Resucitado cuando llega a nuestra cotidianidad siempre nos llama a dar un giro vital, un vuelco a nuestras ideas. Es, en un sentido amoroso, una revolución de amor. Nos llama a buscar en una nueva dirección la felicidad. Y precisamente por ser una revolución de amor sólo puede ser conocido por quien ama: “el discípulo que Jesús tanto amaba le dice a Pedro: es el Señor”. A partir de entonces el Pedro pescador sólo tiene palabras para expresar su amor a Jesús: tres veces le negó, pero tres veces dice que le amaba, y eso es lo que cuenta. El amor siempre es la última palabra para Dios.
Ante esta lectura nuestras vidas deberían frenar un poco. A lo largo de nuestros días programados seguramente Cristo se hace presente de muchas formas discretas pero inquietantes. Inquietantes porque nos llama a cambiar. No es un cambio de lado para una pesca más provechosa, sino el cambio de vida que nos sitúa en la órbita del su amor. Pedro tras este encuentro con Jesús ya no dirá nunca más “me voy…” sino que irá donde Jesús le mande. Pero lo que es más importante, Pedro vivirá así su libertad, su felicidad y su trabajo más fecundo. La vocación es una historia que comienza con un diálogo amoroso como el de nuestro Evangelio y que nos da una nueva forma de “ir por la vida”, ¿mejor… peor…? Simplemente una forma de vivir sintiendo y predicando el amor de un Dios que perdona y siempre espera lo mejor de nosotros.
Pero ojo!!! Dios no colma nunca tus programaciones, Pedro se fue a casa sin ningún pez, pero siempre desborda tu expectativas. Pedro ya el resto de su vida será pescador de hombres predicando a Cristo como su liberador, no creo que se arrepintiera de ello y echase de menos ir a pescar.