Moral de misericordia
32º Domingo del Tiempo Ordinario
Hoy Jesús nos enseña lo que en su contexto social, sobre todo, en el religioso, era común, e insta a tener cuidado de lo que hay en los corazones de los que dicen hablar de Dios -nada nuevo en nuestros días-. La vida de los escribas estaba fundamentada en leyes y normas que les indicaban cómo comportarse en cada momento.
Jesús conoce muy bien el sentimiento de los miembros de aquel sector sabio y de élite de la sociedad judío-religiosa, y pone en aviso a la gente para que tengan cuidado de éstos. Creo que a Jesús, no le molesta que los escribas sean conocedores de la ley, eso es bueno, pues cada cultura o comunidad tiene necesidad de gente preparada con conocimientos amplios para que ayuden a otros que no los poseen; lo que no le gusta, es la arbitrariedad de poder de los escribas que abusan de su condición de letrados. Y esto suele pasar a menudo en ciertos ámbitos en los que nos movemos. Existe el peligro del ocultamiento bajo un aparente cumplimiento de prescripciones y mandamientos cuyo riesgo es el abuso espiritual a través de actitudes moralizantes orientadas a cargar en los demás lo que uno no puede soportar.
Existen grupos que tienen tendencias moralistas y lanzan sus diatribas contra todo lo que ellos no les parece bien, pero sin vivir ellos mismos lo que prescriben para los demás. En vez de sembrar vida, siembran miedo, cerrazón y forman guetos.
Las sociedades tienen estructuras de poder con autoridades de carácter político, económico y moral que en ocasiones olvidan su cometido, que es, el de estar al servicio de los demás. Por ello, en el evangelio Jesús nos propone que nos cuidemos de las autoridades que son como los escribas.
La acumulación de normas, preceptos, costumbres y ritos religiosos, hacen olvidar lo fundamental para orientar la vida de manera sana. Jesús confirma la autoridad de los maestros y sabios, lo que me parece sugerente, pero, no comparte que se queden solo pensando en normas obviando lo fundamental que es la persona. Si se quiere dar un primer anuncio que llegue a la comunidad, sobre todo, a los más jóvenes, será necesario bajarse de la atalaya y preguntarnos sí nos estamos abriendo a todos o solo a los de un determinado patrón.
Jesús nos invita a preguntarnos si el mensaje que anunciamos está orientado a compartir realmente las necesidades, preocupaciones e interrogantes del hombre de hoy. Él quiere una moral de misericordia, no que subyugue y apele a la mala conciencia. Las palabras de Jesús se cumplen no solo en aquellos que ejercen un ministerio sino en todos los cristianos y en cada persona que vive un camino espiritual pues todos nosotros corremos el riesgo de orar y hacer cosas para ser visto por los demás. Sin querer caemos en un narcisismo religioso, es decir, en utilizar a Dios para el propio bienestar.
El que más sabe que se haga el más pequeño, y el que conoce la ley, sabe que la esencia de ésta es el amor, que la ley es liberadora y no opresora. Que el conocimiento no es malo pero hay que saber aplicarlo y mucho más si se está al servicio de una comunidad.