No podemos dormir
1º domingo de Adviento
Comenzamos este domingo el tiempo de Adviento. Con él iniciamos un camino nuevo, aunque ya conocido. Durante estas semanas que dure el Adviento, escucharemos un anuncio lleno de fuerza que es propio de este tiempo: la llamada a la esperanza. Esa esperanza en Quien llegará y que será un puro derroche de alegría y de amor encarnado; porque el culmen de este tiempo de espera, en la esperanza, es la certeza de que somos amados desde lo alto de los cielos y desde lo ancho de la tierra.
El mensaje de este primer domingo es claro y rotundo: hay que levantar la cabeza, no podemos dejar que nos venza el sueño, porque hay que tener bien abiertos los ojos del alma y de la vida para poder desear con ímpetu que el mundo cambie. El acontecimiento festivo y gozoso de la venida de Jesús tiene como finalidad que toda la creación sea libre y, por tanto, no vale caer en la apatía, la desesperanza y que nos echemos a dormir. Debemos estar atentos a su venida; tenemos que estar despiertos y vivir buscando y acogiendo el reino que se nos anuncia.
No dormir significa no abatirnos en la desconfianza y en la indiferencia ante cómo va el mundo; no dejar de ninguna manera que nuestro corazón se vuelva de piedra y nos dediquemos a quejarnos, murmurar y sentenciar. No dormir significa vivir la pequeña gran aventura que se nos presenta cada día. Que no nos venza el sueño implica mirar hacia delante, no quedándonos aletargados en lo que ya pasó, viviendo de añoranzas, recuerdos y de una eterna autobiografía. No se puede vivir de ninguna manera meditando sobre un pasado tal vez más glorioso, dichoso, seguro y con menos problemas. Tenemos que despertar, si es que estamos dormidos, y vivir afrontando el futuro de manera firme, positiva e ilusionada.
El evangelio de hoy nos muestra que Jesús fue un infatigable promotor de la esperanza; de ahí el grito de levantarnos y de que alcemos la cabeza. En nuestra vocación de ser frailes dominicos hay mucho de eso de no dejarnos dormir, de tener erguida la cabeza. Pero, claro, esto implica acción, ya que no se trata simplemente de una permanente postura estática. Si hemos comprendido y asimilado bien nuestra opción, sabemos que lleva implícito el actuar movidos por la pasión de trabajar, todos juntos, en un cambio total para que el mundo se despierte. No estoy hablando de revolución ni de golpe de estado; hablo de dinamismo y convicción, que son totalmente opuestos a resignación y pasividad; en definitiva, a comodidad. Hablo de no dormir para construir, para aunar proyectos haciendo empresa común. Hablo de no dormir para emprender, porque la empresa liberadora de la que se nos habla en el evangelio de hoy, es cosa nuestra; es cosa de todos.
Por tanto, no debemos caminar cabizbajos y con el corazón desanimado. Tenemos que escuchar las palabras de Jesús: “Alzad vuestra cabeza, pues se acerca vuestra liberación”; tenemos que apostar, confiar y no cerrarnos a las posibilidades; la confianza enriquece y amplía nuestro horizonte haciendo que la vida se haga infinitamente más rica. Seamos fieles a nuestro compromiso, sea el que sea, y confiemos, soñemos para que nuestra mente, nuestro corazón, para que todo nuestro ser, lleno de creatividad y deseando que la esperanza mantenga el mundo despierto, se abra espontáneamente a nuevas posibilidades, a nuevos retos, a nuevas ilusiones en, por y para la verdad.