PENTECOSTÉS - Las buenas noticias son para compartirse
Cincuenta días nos separan del Domingo de Resurrección. Hoy clausuramos el tiempo pascual con una fiesta muy especial. En este día celebramos la vida, el movimiento, la libertad infinita de Dios y su amor que es capaz de romper cualquier obstáculo. Pentecostés es la solemnidad del Espíritu Santo. Han pasado dos mil años después de que los primeros seguidores de Jesús afirmaron ser testigos de la resurrección del Señor e iniciaron un movimiento que llegó a revolucionar la historia. Increíblemente, a pesar de las muchas desilusiones, traiciones y fracasos que han sucedido en el transcurrir de los siglos, la esperanza pascual continúa viva y sigue venciendo miedos, desesperanzas y derrotas. ¡Es el Espíritu Santo que nunca deja de acompañarnos!
Noticias van y vienen con una gran rapidez. Analistas, científicos y figuras religiosas hacen pronósticos buenos o malos sobre el futuro de la humanidad. También nuestra vida personal y familiar puede estar siendo el blanco de situaciones buenas o difíciles. Nadie se salva de la vorágine de acontecimientos que parecen violentas ráfagas de viento dispuestas a tumbar cualquier cosa que se interponga en su camino. Sin embargo, Pentecostés nos recuerda la serena certeza de la victoria de la Pascua. Dos mil años de caminar como comunidad cristiana son un testimonio de la presencia del Espíritu Santo que no se cansa de dirigir la historia hacia Dios, a pesar de las constantes obstinaciones humanas.
El fin de la cincuentena pascual es un llamado a salir a predicar. Somos testigos, no dueños del Evangelio. Por eso el Señor nos invita a comunicarlo. Pentecostés nos enseña que la predicación no es un momento puntual, sino un estilo de vida. Los cristianos estamos llamados a que nuestra vida sea una predicación constante que introduzca a la humanidad en el magnífico misterio de la vida de Cristo. ¿Por qué reservarnos algo que es tan maravilloso? Las buenas noticias son para compartirse, ¡y cuánta necesidad tiene el mundo de hacer visibles los signos de esperanza!
Las librerías llenan sus estanterías con libros que nos prometen encontrar la clave de la felicidad y del éxito. No pocos movimientos religiosos crecen a partir de la promesa de una vida feliz y próspera, y pregonan un cristianismo intimista, demasiado especial como para entrometerse en los problemas del mundo. Sin embargo, Pentecostés desecha esas opciones y nos propone un nuevo camino. Nada de salidas fáciles o espiritualidades vividas con la puerta cerrada. El Espíritu Santo nos hace libres, dinámicos, amantes de la vida y llenos de esperanza. Siempre habrá desilusiones, cansancios y fracasos, pero prevalecerá la Palabra del Señor que no deja de repetirnos «paz a vosotros, como el Padre me ha enviado, así os envío yo».