Relación, fidelidad y libertad

Fr. Julio César Carpio Gallego
Fr. Julio César Carpio Gallego
Convento de San Esteban, Salamanca
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Cuarto Domingo de Pascua

El caminar del ser humano se va fraguando de acuerdo con unos parámetros de vida, de un contexto social, donde el valor relacional juega un papel fundamental. El hombre es un ser en constante relación con los demás y así se va dando identidad, pues se ofrece en múltiples formas que tiene de relacionarse.

Existen diversos ámbitos donde cada persona forma su vida con los otros, el entorno familiar, el círculo de amigos, universidad, trabajo, etc. En todos estos contextos adquirimos no sólo actitudes para hablar con los demás, sino también compartimos retazos de nuestra propia vida, porque es el espacio donde nos toca vivir y convivir.

Lógicamente en estos círculos que hemos enumerado, se producen amistades que van más allá de un terreno meramente comunicativo. Hay personas con las que entramos en una vivencia más intensa y profunda, donde se abre un espacio de compartir, vivir momentos únicos. Este es el ámbito de la fidelidad, confianza, donde todo actúa sin condicionamientos y ahí surge la verdadera relación, auténtica, y con total libertad.

De acuerdo a esas personas y a nuestras circunstancias optamos libremente cuál es el tipo de vida que queremos vivir y con quién compartimos nuestras experiencias, alegrías y anhelos. Es una opción que hacemos desde lo que somos, con libertad, decisión, y así elegimos el modelo que más nos sugiere y seduce.

Este tipo de relación es el que define por dónde van las lecturas de este domingo pascual, donde el contexto que rodea la acción del Evangelio es el de la cotidianeidad histórica de Jesús. Un ámbito de vida, donde las personas se comunican y de algún modo comparten vida, aunque lógicamente según el texto, no es la más verdadera. El pasaje se desarrolla en ambiente hostil, donde podemos comprobar una intención de condenar a Jesús, mediante una interpelación.

La respuesta que ofrece Jesús y que marca el inicio del Evangelio, es de una profundidad fuera de toda duda, es la relación excelsa, la que le une con el Padre, y la que traza todo su recorrido vital por la historia. Esta comunicación del Padre con el Hijo, es fruto de una vida compartida, ofrecida, se mantiene fiel y como consecuencia le llevará hasta la muerte. Es una opción tomada desde la libertad, fraguada desde lo más íntimo del ser, pero en constante amor, fraternidad, y confianza. Y aquí radica la autenticidad de la relación, Él es el pastor, el que guía, y cuando uno entra en relación con Él ya nada será igual, y nos dejamos guiar como ovejas, porque sabemos que nadie nos amará igual.

Esta forma de entender al pastor que guía el rebaño, aplicado a nosotros hoy en día, ofrece una amplitud y un horizonte sugerente. El Dios de la vida, nos enseña que este camino no lleva a la muerte, sino todo lo contrario, a la vida excelsa, a la plenitud, que se da en la relación de amor. Y eso es lo que hacen Pablo y Bernabé en la primera lectura, predican en ambiente contrario al de Dios. La opción que han tomado, y que nosotros podemos optar, se basa en la libertad, y no en la imposición.

Participar del rebaño de Cristo, es una relación de amor, sin condicionantes, no soporta presiones impositivas. Ser seguidor de Jesús no es acatar una ideología, donde si no cumples quedas excluido de un grupo determinado, sino que es el mandato del amor sin límites, aunque nos toque hacerlo en terreno poco favorable. En esa respuesta a la oferta de amor que recibimos de Dios, nos asemejaremos en plenitud al final de los tiempos, frente al Cordero que es fuente de toda la vida, y ya no padeceremos más.