Cardenal Cayetano, vocación por la Verdad
Fray Tomás de Vio Cayetano (1468-1534)
La Orden Dominicana se gloría de haber dado a la Iglesia una figura de tanto prestigio como el religioso conocido como Cardenal Cayetano. Se trata de un personaje central en la historia de la Iglesia en la primera mitad del siglo XVI, que todo lo que hizo fue fruto de su vocación y preparación intelectual como dominico.
Tras el ingreso en el convento dominicano de Gaeta de Tomás de Vio el año 1482, pronto los superiores se dieron cuenta de su excepcional valía intelectual. Le enviaron a estudiar a las universidades de Nápoles, Bolonia y Padua. En esta última inició su enseñanza y llegó a ser catedrático de metafísica, en 1494. En aquella universidad dominaba el espíritu del humanismo renacentista y la renovación filosófica pero teñida de coloración averroísta, contra cuya tendencia luchó el joven profesor. Y la Orden pronto promovió a este religioso dotado de una preparación excepcional a cargos de la mayor responsabilidad. Fue nombrado regente de estudios, Procurador General y, finalmente, Maestro General en 1508.
Desempeñó con tanto acierto su cargo que los papas se fijaron en él para afrontar los graves problemas de la Iglesia. Colaboró asiduamente con cuatro Papas. Con Julio II capitaneó la defensa de las órdenes mendicantes en el Concilio Ecuménico Lateranense V, y allí se identificó como promotor de la ansiada reforma de la Iglesia que ni los Papas ni los cardenales se atrevían a afrontar. Le hizo a este Papa un servicio impagable en la desautorización del conciliábulo de Pisa (1511-12). Su sucesor, León X, requirió sus servicios para los grandes conflictos de la Iglesia y los premió nombrándolo cardenal con el título de San Sixto. Le envió como legado pontificio a Alemania para tratar de atajar y corregir al heresiarca Lutero (1517). También tomó parte decisiva en la elección de Carlos V como emperador, aunque para ello tuvo que ganarse la confianza de los electores alemanes (1519). En 1520 interviene en el consistorio que dicta la condenación definitiva de Lutero (1520). El Papa también le comisionó para obtener de los príncipes alemanes la preparación de una cruzada contra los turcos, cuya avanzada por Europa oriental entonces parecía imparable. En agradecimiento por todos estos servicios, fue nombrado obispo de su ciudad natal, Gaeta, en 1519.
A la muerte del Papa León X, el Cardenal Cayetano consiguió elevar a Papa a su candidato, Adriano de Utrech, a quien había conocido y estimado durante la estancia en Alemania y de quien se esperaba una actividad de reforma de la Iglesia. Pero este Papa murió pronto y quien pasó a ocupar su lugar, Clemente VII, decepcionó al cardenal Cayetano por su negativa a introducir la reforma de la Iglesia y por su enemistad irreconciliable con el emperador Carlos V. No obstante, Cayetano le asesoró lealmente en los conflictos con el rey de Inglaterra, Enrique VIII. Durante este pontificado, acaecieron los desastres del saqueo de Roma por las tropas imperiales. El cardenal hubo de sufrir mucho, fue encarcelado y tuvo que pagar una alta suma por su rescate de la que él carecía y hubo de exiliarse de su palacio en Roma. Cuando murió Clemente VII (1534), muchos volvieron su mirada al Cardenal Cayetano pensando en él como futuro Papa, pero su deterioro físico era muy grande debido al trabajo intelectual que le absorbía por aquellos tiempos. Como consecuencia de éstos, falleció el 10 de octubre de 1534.
Hizo todo lo posible por renovar y reforzar la tradición doctrinal y teológica de la Orden
La Orden Dominicana sin embargo, le recuerda por otras razones más vinculadas a la historia de la Orden. Durante su generalato se promovió la reforma de los conventos, que se hizo con tal tino y prudencia que se evitó que la Orden Dominicana sufriera la división que sí afectó a otras órdenes religiosas. Otra gloria de su generalato es haber iniciado la misión de la Orden Dominicana en las Indias, secundando así la petición del rey Fernando el Católico e iniciando con ello uno de los capítulos más gloriosos de la Orden, cual fue la evangelización de las nuevas tierras descubiertas y la consolidación de la Orden Dominicana en aquel continente.
Pero quizá la mejor herencia que dejó el Cardenal Cayetano a la Iglesia y a la Orden fue la riqueza inapreciable de sus escritos y doctrina teológica. Hoy nos asombra pensar cómo pudo escribir obras de tanta densidad doctrinal en medio de viajes y encargos públicos interminables, siendo así que sus escritos parecen requerir tranquilidad y sosiego para pensar temas tan sutiles. Nos dejó tratados monográficos sobre temas controvertidos en su tiempo, como la defensa de la autoridad del Papa frente al conciliarismo. Pero también redactó, además de otros escritos, un manual para uso de los confesores y un tratado sobre las indulgencias, cuestión por entonces en viva discusión.
Hizo todo lo posible por renovar y reforzar la tradición doctrinal y teológica de la Orden, ya que, como escribió, “la doctrina teológica está dormida en Italia, aunque es necesaria y muy necesaria” (Prólogo a I-II). Sus comentarios a la Suma de Santo Tomás marcan un hito en la difusión de las doctrinas tomistas. Fue el primero que escribió un comentario completo a toda la Suma de Teología de Santo Tomás, obteniendo así que la obra del Angélico se constituyera texto común de la enseñanza de la teología como antes lo había sido la obra de Pedro Lombardo. Además, sus abundantes comentarios escriturarios usan las doctrinas de S. Jerónimo, pero también usan las entonces novedosas propuestas humanísticas de Erasmo de Rotterdam.
Cuando León XIII quiso promover el estudio de la teología de Santo Tomás en la Iglesia, tomó la decisión de ordenar una edición crítica de la obra de Santo Tomás, pero acompañada de los comentarios de Cayetano como los de su mejor y más sabio intérprete. Recuerdo que un profesor mío me dijo que tenía la convicción de que Cayetano llegó incluso a hacer avanzar las doctrinas enseñadas por Santo Tomás y yo mismo en mi enseñanza posterior de temas teológicos he tenido ocasión de comprobar lo acertado de tal apreciación.