Edward Schillebeeckx: Relato de una verdad profesada

 

Sin género de dudas, el dominico holandés E. Schillebeeckx es una de las figuras esenciales del pensamiento cristiano contemporáneo. Su labor como teólogo, ampliamente reconocida, ha contribuido sobremanera al avance en la reflexión sobre los temas cruciales relativos a Dios y al propio hombre. En efecto, si volvemos la mirada a la vida y obra del teólogo dominico, podremos comprobar cómo su empeño constante consistió en buscar la explicación más adecuada, y por tanto más inteligible al hombre de hoy, a propósito del significado de la fe cristiana en Dios y en Jesucristo. Es decir, la pasión de Schillebeeckx fue ilustrar el sentido de la fe cristiana. Y esto en todo tipo de contextos culturales, incluidos aquellos que supusieron una mayor adversidad al mundo cristiano, por considerar que la respuesta cristiana a la cuestión del sentido de la propia existencia era considerada como una amenaza a la libertad del hombre.

La obra literaria de Schillebeeckx –aproximadamente cincuenta publicaciones entre libros y artículos de investigación- constituye una radiografía de los grandes momentos que configuraron nuestra historia más reciente. Llena de matices y de constantes visiones de la realidad, del hombre y de la imagen que éste tiene de Dios, su obra literaria puede ser considerada como un todo compacto, pues la infraestructura conceptual que fundamenta su teología es sustancialmente la misma a lo largo de toda su carrera. En este sentido, la cuestión que le sirvió como acicate intelectual y que constituyó la preocupación que vertebró su obra, fue el problema suscitado por la duda que surge a la hora de explicar cómo un ser absoluto, llamado Dios, o Alá, depende de qué contexto religioso se trate, puede ser reconocido y percibido en lo limitado, en una dimensión local, histórica y particular. Dicho con otras palabras, para Schilllebeeckx el quehacer teológico, en definitiva y en último término, se preocupa de explicar cómo lo absoluto se desvela, manifiesta o transparenta en lo contingente. Lo infinito en lo finito. En términos filosóficos, en su obra se busca clarificar la relación entre lo universal y lo particular. En términos teológicos, sus publicaciones son motivadas desde el comienzo hasta el fin por el empeño de explicar la mediación de la trascendencia divina en la inmanencia histórica y humana. En términos cristológicos (en el contexto de la interpretación de la identidad y del significado definitivo de Jesucristo), Schillebeeckx se esfuerza en esclarecer el significado, a la vez que justificar, de la verdad de la profesión cristiana, que en el hombre Jesús de Nazaret, reconoce la manifestación de Dios para los hombres y mujeres de todos los tiempos.

Si bien ha de reconocerse un gran componente original en el conjunto de la teología del dominico holandés, sin embargo, de igual modo ha de admitirse que dicha teología es heredada de una larga tradición del pensamiento cristiano. De hecho, uno de los logros más destacados de su teología sea el haber traducido, revisado y reformulado la teología tradicional cristiana. En esta misma línea, Schillebeeckx formula su teología en sintonía con otros pensadores cristianos. No puede olvidarse, en este sentido, que él poseyó gran familiaridad con la tradición bíblica y patrística en general, y muy particularmente con la vasta tradición dominica. De hecho, Edward Schillebeeckx es claramente un teólogo dominico, que armonizó, con un equilibrio exquisito y no exento de dificultades, la contemplación y la acción. Como teólogo se preocupó de hablar de Dios a la gente, intentado que ésta comprendiera, profundamente y con claridad, lo que realmente profesa cuando dice creer en Dios. Habla de Dios hablando de Jesús de Nazaret. Por eso, los dos polos de su pensamiento son la cuestión Dios y la cuestión de la identidad de Jesús. Como método procedimental redunda en la segunda cuestión -Jesús- para iluminar la primera –Dios-.

Como pensador cristiano, Schillebeeckx, acometió la tarea, no poco complicada, de analizar la experiencia humana contemporánea desde un punto de vista teológico, valiéndose para ello de los textos antiguos y de la tradición cristiana. No cabe duda que es un logro excelente el haber conseguido esta lectura de la contemporaneidad haciendo uso de la tradición, que a su vez es reinterpretada y cuestionada por un presente que reclamaba un lenguaje nuevo y actual. También Schillebeeckx se detiene, tal como refleja su obra literaria más reciente, en el análisis de la misma experiencia humana contemporánea desde la filosofía, la lingüística, la antropología, la política, la sociología y la psicología. Todo esto pone de manifiesto que la obra de este dominico no está basada en el mero cotejo de los textos del pasado, sino en el análisis de la experiencia humana pasada y presente. En esta tarea de lectura analítica de la realidad el fraile holandés se mostró muy original con respecto a otros autores dentro del campo de la teología. De hecho, ha de tenerse en cuenta que una de sus mejores contribuciones en el marco de la reflexión teológica del siglo veinte, fue el haber atendido a las nociones de encuentro, humanidad y negatividad.

En efecto, la idea de encuentro dominó en el desarrollo del discurso de Schillebeeckx a la hora de explicar la persona humana, idea que ya se había extendido, como idea punta, desde los comienzos del siglo XX con la influencia de la filosofía existencialista. La categoría de encuentro fue exponente de su obra. Idea que supo llenar de esperanza a esas generaciones que habían experimentado el horror de la segunda guerra mundial. Schillebeeckx habló del encuentro personal de Jesús como encuentro personal con Dios.

Otras de las ideas clave de su pensamiento es la de humanidad. Para nuestro dominico, la realidad que comporta toda humanidad sólo puede ser entendida y explicada desde Dios. O dicho de otro modo, el ser mismo de Dios implica la humanidad. Para Schilllebeeckx la realidad es una y única y por tanto no puede haber una dualidad y dicotomía entre realidad humana y divina. En este sentido, no sería admisible la idea según la cual Dios está separado del mundo y enfrentado al mismo. Para Schilllebeeckx, que asume la mejor tradición dominicana, se opuso a la idea anterior, entendiendo que todas las cosas son inteligibles sólo en la realidad de Dios. También esta idea de humanidad tuvo importancia en el discurso cristológico de nuestro autor. Para él, por supuesto que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, pero no menos cierto es que la realidad e identidad del mismo Jesús no puede ser entendida de modo dicotómico y dual. Es decir, la realidad Jesús era y es unitaria. La divinidad en Jesús no está ni por fuera, ni paralelamente, ni por encima, ni por debajo de la humanidad, sino en la humanidad. Y de igual madera ha de entenderse la unidad de la humanidad respecto a la divinidad. La humanidad de Jesús es, para Schillebeeckx, la manifestación personal en la historia de cómo es Dios. Y junto a este matiz, que desde la cristología enriquece la idea de humanidad, se añade otro: el hecho de que el cristianismo tenga un carácter humanizador en la religión. En este sentido, para Schilllebeeckx el cristianismo está esencialmente preocupado por la dignidad o integridad del hombre. Es una constante en el pensamiento del dominico holandés su insistencia en poner de manifiesto cómo para un cristiano Dios está implicado en todo lo que es humano. Este concepto de humanidad es puesto por Schillebeeckx en el centro de la discusión sobre Dios, Jesús y el cristianismo. En esta colación esta precisamente la originalidad de nuestro autor al emplear la susodicha noción de la humanidad.

Por último, indicar la tercera clave de su teología, la cual aflora en su discurso sobre todo a finales de los años sesenta. Se trata del concepto de negatividad. Fue al final de esta década cuando se vio con mayor claridad la necesidad de reinterpretar y justificar la fe cristiana frente a la secularización y a las distintitas alternativas que se presentaban como explicaciones totalizante de la existencia humana. Así, frente a distintas concepciones filosóficas del mundo, Schillebeeckx se propuso buscar una experiencia humana que pudiese servir como base universalmente accesible e inteligible para explicar el significado de la fe cristiana y que sirviese, a la vez, como clave o línea hermenéutica de la realidad. La experiencia que encontró fue la de la negatividad o el sufrimiento.

El conjunto de la obra literaria de Schilllebeeckx es un reflejo inequívoco de su modo de entender la vida de fe. Siempre al servicio de los demás vivió con coherencia ejemplar la llamada que Dios le había dirigido para vivir el seguimiento de Jesús, sacramento del encuentro con Dios, al modo de Santo domingo de Guzmán, al que siempre admiró y se sintió identificado. A este propósito, en una entrevista que se le hizo a Schillebeeckx y que fue publicada dijo: “Leí la vida de san Benito, la de san Ignacio, la de san Francisco de Asís y la de santo Domingo, la escrita por el P. Clérissac: ‘El espíritu de santo Domingo’. Me impresionaron el equilibrio del santo, su alegría, su apretura al mundo, el estudio, la investigación, la teología centrada en la predicación. Saqué la conclusión: Me hago dominico”. La vida y obra de este dominico: Edward Schilleebckx, son verdaderamente reflejo de este ideal que él descubriera un día en la figura de Santo Domingo de Guzmán. Descubrimiento que determinó toda su vida.