Frater Martinus de Porras, el bueno
En Martín de Porres encontramos un signo profético del ardiente deseo de la Iglesia de ser el Buen Samaritano de la humanidad moderna.
Hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra, de tal manera que los demás no tengan que hacer un gran esfuerzo para quererlo, ese es el mayor deseo de un misionero de alma. […] Con el máximo respeto ante la libertad y la dignidad del otro, el enamorado sencillamente espera que le permitan narrar esa amistad que le llena la vida. (Francisco, Dilexit nos, n. 210)
¿Quién no ha oído hablar de fray Escoba? ¿Quién no sonríe al decir o escuchar el nombre de san Martín de Porres? Pues bien, no pretendemos hacer una semblanza biográfica del humilde fraile limeño que mostró, en medio de los sufrimientos y disputas de perros y gatos, el brillo del fuego de la caridad viva del Evangelio, sino más bien dar cuenta de dos acontecimientos históricos que se dieron bajo la gran figura del papa san Juan XXIII, «un cristiano en el trono de San Pedro de 1958 a 1963» (H. Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad); estos dos acontecimientos son: la canonización de san Martín de Porres el 6 de mayo de 1962 y el comienzo del Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962. ¿Esta canonización en un momento clave de y para la Iglesia –justo antes del Concilio Vaticano II– tiene algún significado? ¿Puede decirnos algo o fue algo casual?
El Buen Samaritano
Se puede encontrar un punto común si hay una mirada profunda a ambas fechas. Esta mirada clave y con hondura la realizamos en, desde y con el Evangelio. Es por ello que la mirada se dirige hacia el Buen Samaritano como fuente, inspiración y ejemplo que llevan a una actitud.
fray Martín es un modelo del espíritu que el Concilio Vaticano II pide a la Iglesia: inclinarse ante el sufrimiento humano sin importar quién sufra.
La parábola del Buen Samaritano nos enseña que el amor y la misericordia, en Cristo, permiten ir al encuentro de la persona que sufre más allá de la frontera, prejuicio o adjetivo. Por otra parte, con el Concilio se renueva la visión de la Iglesia sobre el mundo, ello permitió subrayar ciertas tonalidades (ejes importantes) como son la dignidad de toda persona humana (GS, n.26), la vocación universal a la santidad (LG, cap. V-VI) o la caridad activa como testimonio cristiano en la sociedad (LG. n.8); hay una llamada a todo cristiano a vivir la fe mediante el amor concreto. «La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo» (Pablo VI, El valor religioso del Concilio, n.8). Esto lo hizo san Martín de Porres siendo reflejo concreto, encarnado, del espíritu del Buen Samaritano porque se detiene ante el necesitado y actúa movido por la compasión. Dijo san Juan XXIII en la homilía de su canonización que «San Martín, humilde hijo de un noble español y de una negra liberta, ha hecho brillar ante el mundo el ejemplo de una nueva humanidad, en la que no hay discriminaciones de raza ni de clases, porque todos somos hijos del mismo Padre».
Por tanto, en fray Escoba encontramos un signo profético en el que la Iglesia tiene un ardiente deseo de ser el Buen Samaritano de la humanidad moderna. De este modo puede considerarse a Martín como un símbolo o modelo del espíritu del Concilio (que el Concilio pide a la Iglesia); se anticipó al mensaje conciliar, ejemplo vivo del Buen Samaritano, que se inclina ante el sufrimiento humano sin importar quién sufra.
La humildad
Podemos considerar que, al realizar esta canonización, el papa san Juan XXIII la vinculó con el comienzo del mismo Concilio: «el rejuvenecimiento del cuerpo místico de Cristo, es decir, la Iglesia, por el único medio posible: la santidad».
En las vísperas del Concilio, en la que muchos sabios teólogos iban a desempeñar un gran papel, era a la vez paradójico e inútil ver cómo la Iglesia, que tiene menesterosidad de intelectuales auténticos, busca en primer lugar la santidad de la inteligencia que pasa de modo necesario por la humildad (v.g. S. Th I, q.31, a.2). Por ello en la Escritura encontramos: «hablando mucho no podrás evitar el pecado» (Pr 10, 19).
Haciéndose carne
Fray Martín es patrono o protector de diversidad de oficios, grupos de caridad y justicia social. Pero dentro de la Orden dominicana también tiene su importancia y significación tanto que es patrono de los hermanos cooperadores, como, además, su nombre está en proyectos dominicanos como el Albergue de san Martín de Porres de Madrid, los Hogares de san Martín en Valencia, la Fundación san Martín de Porres o el Secretariado San Martín de Porres, que publica la revista ‘Amigos de fray Martín de Porres’.
No es suficiente limitarse a enunciar en modo general la doctrina de la encarnación; para adentrarse en serio en este misterio, en cambio, es necesario especificar que el Señor se hace carne, carne que tiene hambre, que tiene sed, que está enferma, encarcelada. (León, Dilexit te, n. 110)

