San Juan Macías: pobre para los pobres

San Juan Macías: pobre para los pobres

Fr. Alejandro Pérez Castellanos
Fr. Alejandro Pérez Castellanos
Real Convento de Predicadores Valencia
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En la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en marzo de 2010, Benedicto XVI dijo:

Os invito a conocer la vida de los santos […] Veréis que Dios los ha guiado y que han encontrado su camino día tras día, precisamente en la fe, la esperanza y el amor. Cristo os llama a cada uno de vosotros a un compromiso con Él y a asumir las propias responsabilidades para construir la civilización del amor. Si seguís su palabra, también vuestro camino se iluminará y os conducirá a metas altas, que colman de alegría y plenitud la vida.

Pues bien, el 18 de septiembre la Iglesia –y la Orden de Predicadores en especial– recuerda y celebra con alegría a san Juan Macías, un hermano que fue el más célebre portero del convento de santa María Magdalena, de Lima, por ser rostro del Rostro, es decir, evangelio viviente, otro Cristo.

Breve biografía

Beato Juan Macías y Beato Martín de PorresNació en 1585 en Ribera del Fresno (Badajoz, Extremadura). Quedó huérfano de padres a la edad de cuatro años, entonces un tío paterno lo adopta y recibe Juan el apellido de su tío, Macías. Se encargó del rebaño de ovejas de su tío. En este oficio que tenía de pastor pasaba gran parte del tiempo rezando el rosario, lo que le permitió adoptar unos hábitos contemplativos desde temprana edad.

Contempló, meditó y encontró la complementariedad entre la naturaleza (el campo, las aguas, las estrellas, los animales, etc.) y la oración en mitad de su actividad; desde una visión optimista del cosmos, pudo encontrar en la naturaleza el sustentáculo para elevarse a lo sobrenatural y forjarse un alma contemplativa. Contempló a Dios mediante la naturaleza, porque «la existencia de Dios, aun cuando en sí misma no se nos presenta como evidente, en cambio sí es demostrable por los efectos con que nos encontramos» (S. Th. I, q.2, a.2).

Un día, en el campo, tiene una visión de san Juan Evangelista, quien le dijo que partiera hacia Jerez de la Frontera. Este es el comienzo de un viaje que le va a llevar cuatro meses y medio. Allí fue un «vagabundo piadoso», ya que mendigaba y realizaba trabajos diarios. Es de esta forma como conoce por primera vez a los dominicos.

Luego, marchó a Sevilla y, desde allí, embarcó hacia Cartagena de Indias (actual Colombia), más tarde pasó por Bogotá, Quito… para llegar finalmente a Lima, donde trabajó como comerciante y fue despedido por «iletrado». Luego, trabajó con el ganadero Pedro Jiménez Macho como el pastor principal. Fue un emigrante, rebotó de un país a otro, pero no por gusto, placer u ocio, sino por necesidad. En este momento de su vida sufre una conversión y pide ingresar en el convento de santa María Magdalena como hermano y el 22 de enero de 1622, a sus treinta y siete años, recibe el hábito de santo Domingo.

Fue el portero de la Magdalena, siendo su principal responsabilidad, durante veinticinco años. Desde esta posición realizó un trabajo espiritual y material sin mirar la raza o condición: «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gl 3, 28). Desde la portería dio sustento a ricachones y a pobres con humildad mediante la limosna, la oración, el consuelo y los consejos. Con la entrega de su tiempo, y de su vivir, transformó el espacio que habitaba en un lugar propicio para la comunión y la atención al menesteroso, ayudando tanto con sus palabras como con sus gestos a las necesidades del prójimo.

A su muerte, en 16 de septiembre de 1645, san Juan Macías era toda una personalidad conocida y reconocida en Lima. Tal fue así que su féretro fue cargado por el mismo arzobispo de Lima Pedro de Villagómez y por don Pedro de Toledo, virrey de Lima. Fue beatificado en 1837 por el papa Gregorio XVI y canonizado por Pablo VI en 1975, aunque el proceso se inició a petición del Maestro de la Orden Giovanni Battista de Marinis en 1656.

¿Fueron amigos san Juan Macías y san Martín de Porres?

Lo único que se sabe de la relación de ambos santos es que parece que hacían juntos los «días de recolección» en el campo, visitando las haciendas del Rosario, es decir, haciendas coloniales cuya patrona era la Virgen del Rosario. 

Una vida con mensaje teologal y social

En san Juan Macías encontramos una vida interior profunda que le movió a atender a los problemas de los hermanos, donde la vida religiosa le animó e impulsó a llegar también a la vida social, a la de sus contemporáneos, para la construcción de una vida más digna, elevada y humana, es decir, cristiana. Juan Macías es ejemplo claro de la construcción del Reino en la tierra con el compromiso que tuvo de hacer una Iglesia más creíble y un mundo más justo, más humano, más fraterno.

Por ello, este hermano dominico es, en palabras de Pablo VI, «¡Estupendo mensaje para nosotros, para nuestro mundo materializado, tarado con frecuencia por un consumismo desenfrenado y por egoísmos sociales! Ejemplo elocuente de esa “unidad interior” que le cristiano debe realizar en su tarea terrena, imbuyéndola de fe y caridad».

A este tenor, nos enseña san Juan Macías que la caridad no es individual, sino que es fraterna. Una caridad que es capaz de invadir, animar y transformar la vida personal del prójimo y también la social, con el fin de poder admitir a todos como miembros de pleno derecho en nuestra sociedad, en nuestro mundo, con la búsqueda de medios concretos y eficaces para la edificación del Reino en la tierra. La caridad como quicio para manifestar el Rostro de Dios a quienes desconocen o son indiferentes: que «Dios es amor» (1Jn 4, 8).