San Vicente Ferrer: Predicador de los misterios de Cristo.
La enseñanza y el mensaje sobre los misterios de Jesús Cristo están siempre en la predicación del santo dominico valenciano. Recordemos aquí lo que escribe uno de sus más eminentes especialistas, Adolfo Robles Sierra:
“El misterio de Cristo, a través de su vida, pasión y muerte, es el centro de la predicación de san Vicente Ferrer en que (o en cuya presentación) se combinan leyendas hagiográficas, pero recogidas por los medievales y muy presentes en el pueblo con una fuerte visión teológica del misterio (cristiano) en la mejor línea tomista”.
Diríamos, en un lenguaje de hoy más directo y moderno, que en la misa que celebramos, en la eucaristía está presente toda la vida de la persona de Jesús Cristo. Está presente el mismo Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien, predicando y curando, que sufrió y padeció muerte de cruz y que resucitó. O sea, que ahí, en la celebración del memorial de Cristo está presente el Evangelio de Jesús y el Jesús del Evangelio.
‘El misterio de Cristo y el misterio eucarístico están en el centro de la predicación vicentina’. Podemos afirmar, evidentemente, que estamos ante una viva y práctica enseñanza cristológica, teológica y espiritual de san Vicente Ferrer. Y esta afirmación está por encima de otras apreciaciones, y de otros calificativos que se le aplican tradicionalmente, como ‘predicador y profeta de reforma y penitencia’, o ‘el predicador escatológico con un lenguaje apocalíptico’, o el predicador del ‘Temed a Dios y dadle a Él todo honor’, o ‘El ángel del Apocalipsis’ o ‘el predicador del juicio final y del fin del mundo’, o el ‘apóstol itinerante de la Europa mediterránea’. San Vicente, que sufre en carne propia las consecuencias del Cisma cristiano de Occidente, es, antes que todo esto, el apóstol de Jesús Cristo y el celebrante devoto de la eucaristía. Y por ser predicador de Jesús Cristo y de la eucaristía es todo lo demás. Según esto, pensamos que habría que matizar todos los conocidos calificativos que le atribuimos justamente a nuestro santo dominico valenciano.
El predicador incansable e itinerante por la Europa mediterránea, ya se le aprecia, y se le percibe y se le valoriza en algunos de sus primeros hagiógrafos, como el predicador de la misericordia y de la compasión divina y el hombre apóstol muy preocupado por la salvación de las almas. El es ‘el que quiere ser útil a las almas de sus prójimos’.
El santo valenciano parte, como hemos dicho, de la bondad de la gente, ‘Bona Gent’. Así saludará siempre al auditorio y les invitará siempre: ‘Torneu a Deu i veniu a Crist’. Predicador de Cristo Jesús por su valía, arrojo y talante como pastor, místico, profeta, político y sobre todo, por ser el maestro de la vida espiritual, perfil que va enmarcado dentro de su inmensa actividad misionera y apostólica, que bebe y contempla todos los días celebrando la misa solemne. Lo que predica, primero lo celebra y lo practica.
El mismo san Vicente da testimonio personal de que celebraba la misa solemne cantada todos los días. Dice, cuando escribe el 17 de diciembre de 1403, al Maestro de Orden: “Con mucha frecuencia he tenido que predicar dos veces al día y, en ocasiones, hasta tres veces y además celebrar solemnemente la misa cantada”. Existen muchos testimonios de que así sucedía y acontecía, en todas aquellas regiones misionadas por el predicador de Jesucristo. Por donde pasaba iba impregnando a las gentes, pueblos, villas y ciudades de las huellas de concordia, unidad y de paz . La energía espiritual le venía al santo, porque celebraba misa cantada solemne todos los días antes de predicar.