Adviento, tiempo para pensar en los regalos de Navidad
Hemos iniciado el Adviento, que es el primer gran tiempo del año litúrgico, pero también es la preparación que desembocará en la Navidad. Durante esta época del año, podemos ver que los comercios ponen en acción todo un plan comercial estratégico, para ofrecernos un mercado lleno de luces y colores, que nos llevan a consumir todo tipo de productos, para poder «celebrar» la Navidad. Desde la ropa hasta la comida, pero especialmente el punto neurálgico del mercado, son los regalos con los que agradaremos a quienes queremos. Sin embargo, olvidamos muy frecuentemente que el verdadero protagonista de la Navidad es Jesús, quien nos pide una actitud navideña totalmente opuesta a la tendencia lucrativa reinante. Olvidamos muy frecuentemente que el verdadero protagonista de la Navidad es Jesús.
Porque esta no es una fiesta comercial, sino la conmemoración del cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo, mediante el nacimiento de nuestro Salvador: Jesucristo.
El Adviento debe ser, por lo tanto, el tiempo de preparación para esa llegada. Pero Cristo no llegará de manera abstracta, ni flotando en el aire: necesita de un lugar concreto para nacer y él, aunque es el omnipotente creador de todo, ha decidido que quiere nacer en lo escondido y secreto de tu corazón; eso sí, si tú le dejas. Si no, seguirá esperando y llamando a la puerta de tu vida, para darle plenitud y felicidad a tu ser (cf. Ap 3,20).
El Adviento es un tiempo de espera a la apertura trascendental hacia el futuro, hacia la escatología plena con Jesucristo. Pero espera no significa quietud, sino que es la invitación a una implicación total en la instauración del Reino de Dios y por tanto a posicionarnos en contra del pesimismo o el conformismo, que nos hacen quedarnos encerrados y con indiferencia ante lo que sucede en el mundo. No obstante todo lo anterior, la Navidad sí que es para hacer regalos; Dios nos ha hecho el regalo más grande que podamos recibir: a su propio Hijo (cf. Jn 3,16), y por lo tanto nosotros estamos llamados también a regalar a los demás.
Dios nos ha hecho el regalo más grande que podamos recibir: a su propio Hijo.
Por lo tanto, ¿qué podemos regalar? Si hemos dicho que es un tiempo de implicación, es por lo tanto la oportunidad para salir de nuestros propios encierros, que no nos permiten a ver a quien está sufriendo muy cerca de nosotros, quizá porque no ha conocido este amor inmenso. Con pequeñas acciones podemos ir generando grandes cambios, compartiendo lo que somos y poseemos: regala amor, regala atención, regala tiempo, regala diálogo, regala perdón, regala encuentro, regala sonrisas, regala lo mejor de tu ser, tu bondad, tu caridad, tu alegría, a quien lo necesite. Lo importante de este tipo de regalos es que no nos dejan vacíos, sino que cada vez que compartimos con los otros nos llenamos más de aquello que damos, porque la lógica de Dios no es igual a la de este mundo (cf. Hch 20,35).
Que este tiempo de Adviento nos ayude a profundizar en el verdadero significado de la Navidad, y que podamos llenar el mundo con la luz de nuestra bondad, con el brillo de nuestro amor y con el calor del encuentro con los demás.
Que tengamos un feliz Adviento.