¡Aquí estoy! ¡Habla, que tu siervo escucha! (1 Sam 3,4.10)

¡Aquí estoy! ¡Habla, que tu siervo escucha! (1 Sam 3,4.10)

Fr. José Enrique Pacheco
Fr. José Enrique Pacheco
Convento de San Esteban, Salamanca

¡Hola! Me llamo José Enrique Pacheco Vidal, soy de la República Dominicana, tengo veinticuatro años de edad y pertenezco al vicariato Fray Pedro de Córdoba, de la provincia de Hispania.

Como muchos jóvenes, mi vida estaba llena de actividades y estudio, con compromisos en la parroquia, el colegio y en mi familia, donde me sentía imprescindible. Creía tener metas muy claras, ser profesional y ganar dinero; luego comenzaron preguntas, para muchas de las cuales no quería escuchar respuesta. Sentía la llamada de Dios, que comenzó a hablar en mi mundo ruidoso, en mi afán diario, en mi activismo imparable, y entonces decidí escucharle. Allí comenzó una nueva búsqueda, un nuevo sendero que recorrer.

En mi travesía vocacional ingresé al prenoviciado de la Orden de Predicadores (Dominicos), lo que significó un giro, un alto y reinicio, pues encontré mi lugar, el sitio donde quiero estar, encontré una casa y una familia. Esta opción de vida supuso dejar a mis seres más queridos y todas aquellas cosas que me daban seguridad y confort, y aventurarme en el barco dominicano, donde Cristo es el capitán. Con total confianza, pero muy inseguro por dentro, tenía miedo de perder el tiempo si este no era mi camino. ¿Por qué yo? Porque Dios me ama como soy, aun imperfecto, y él me irá ayudando en el camino. Mi mayor certeza es que él no me abandona, a pesar de mi miedo a no dar la talla.

 En la oración común nos unimos al amor que nos llamó a cada uno, Cristo.JOSÉ ENRIQUE PACHECO

Tras unos años en el prenoviciado de los dominicos en Santiago de los Caballeros (República Dominicana) y en La Habana (Cuba), hoy me encuentro en el noviciado en Sevilla (España), donde busco cada día alimentarme más del carisma dominicano y así poder configurar mi vida con el proyecto de Dios, con el modo de vivir y de amar en la Orden de Predicadores.

Me atrajo de la Orden su misión, su labor y trabajo en la sociedad, y hoy permanezco por su vida y espiritualidad, por los hermanos, que son testigos de la vida y pasión del Resucitado, al estilo de Domingo.

Hoy no podría ser más feliz. «No me siento como en casa, me siento en casa» es una frase que refleja mi sentir: estoy donde Dios quiere que esté y dispuesto a seguir configurando mi vida con él. Cada día estoy más seguro de que este es mi sitio, esta es mi familia.

La comunidad ha supuesto un reto. Los hermanos no son santos, ni yo tampoco: somos hombres con un proyecto común que, juntos, buscamos la santidad. En la oración común nos unimos al amor que nos llamó a cada uno, Cristo, y juntos renovamos el celo por las personas que hemos heredado de nuestro padre Domingo: «Llevar a los hombres a Dios y a Dios a los hombres».

Este año de noviciado para mí está siendo un oasis en medio de un desierto, donde mi persona, mi fe y mis ideas son cuestionadas y recolocadas. Es un tiempo propicio para darme cuenta que mi proyecto de vida no es solo mío, sino que es el proyecto de Cristo que se va gestando en mí en esta Orden de Predicadores. Saberme acompañado en este camino es una gracia.