EL ADVIENTO
El Adviento es uno de los tiempos del año litúrgico, y tiene su origen en el cristianismo alrededor del siglo IV. El tiempo de Adviento tiene un doble sentido:
1. Como preparación para la celebración del misterio de la Navidad, es decir, la conmemoración de la primera venida del Hijo de Dios a los hombres.
2. Al mismo tiempo, por este recuerdo nos dirigimos con esperanza a la segunda venida de Cristo al final de los tiempos.
Por lo tanto, el tiempo de Adviento, como también el resto del año litúrgico, tiene como finalidad celebrar a Cristo, y es una verdad que es necesario tener presente, para no perder de vista lo central de su espiritualidad litúrgica. Quizás muchos de nosotros hemos percibido que el tiempo de Adviento y la celebración de la Navidad se ha ido transformando en una ocasión de fiesta no necesariamente religiosa y cristiana. Una fiesta colorida y de grandes excesos que incluso afectan a nuestra salud; también de grandes gastos que superan nuestras posibilidades económicas. Y, así, el «milagro» del consumismo ha logrado meterse hasta en el calendario litúrgico, dejando de lado el misterio de Jesús.
¿Cómo viviremos el tiempo de Adviento? ¿En la ola del tsunami consumista o celebrando el misterio de Cristo? Es muy probable que el consumismo exagerado del mercado se haya aprovechado de la falsa consideración que muchos cristianos hacemos del verdadero espíritu de la liturgia, y que no responde a lo que en definitiva nos sugieren los textos litúrgicos para cada ocasión a lo largo del año.
El aspecto preparatorio del tiempo de Adviento, conmemorar la primera venida de Cristo (primer significado), quizá haya ganado demasiado espacio en relación con la esperanza que deberíamos vivir los cristianos: la segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Y, así, muchas veces se insiste en que Jesús nacerá temporalmente, o que Jesús debería nacer en nuestras almas, pero quizás solo quedándonos en ese aspecto. La aparición de la imagen del Niño Jesús en la Vigilia de la Navidad gana todo el protagonismo del espíritu navideño.
Vivir el tiempo preparatorio del Adviento no consiste en vivir nuestra fe como si aún Jesús no hubiese nacido. La esperanza que nos invita a vivir la Iglesia en el Adviento no es una dirigida hacia un pasado ya vivido, sino una esperanza en el porvenir, y de este modo esperamos no la primera venida de Cristo, sino su segunda venida, el fin de los tiempos, la parusía final, que no serán tiempos de desgracia y tormentos, sino de gozo y alegría. Debido a eso, precisamente en el tiempo de Adviento los cristianos de todos los tiempos han rezado con esperanza y gozo «Ven, Señor Jesús».
Os deseo a todos que vivamos un Adviento y una Navidad poniendo nuestra mirada en la Navidad celestial, no con la ilusión de revivir un acontecimiento ya pasado, sino, al contrario, con una mirada esperanzadora hacia «aquel que era, que es y que viene».