El Vaticano II, América y Vallecas perfilaron mi vocación dominicana
¿Cómo fue tu vocación?
Yo entré en la Escuela Apostólica de Corias cuando tenía trece años. Compañeros míos de la Academia donde yo estudiaba me invitaron a ir con ellos a Corias. Mi memoria me lleva a recordar que al principio dije que no, pero que un tiempo después acepté la invitación. Ingresamos en el año 1938. La formación que nos dieron allí configuró mi vocación, pues no puedo hablar de vocación antes de llegar a Corias. Esa configuración a tan corta edad me hace recordar una recomendación que hacían las antiguas Constituciones: Que los que ingresan en la Escuela Apostólica no se consideren nacidos en la Orden sino que han sido llamados a la misma.
¿En qué ha cambiado a lo largo del tiempo?
Tengo que decir que durante largos años me identifiqué totalmente con el modo de pensar y de vivir que existía en aquellos tiempos en la Iglesia y en la Orden. A partir del Concilio Vaticano II, mi modo de entender el mensaje de Jesús, la misión de la Iglesia y el sentido de la existencia de una Orden religiosa, como la dominicana, ha ido evolucionando de una forma muy profunda, como no podía ser menos. Descubro poco a poco, a través del estudio y del contacto con una nueva realidad, sobre todo en América Latina, a un Jesús con un mensaje que me llega a fascinar y con el que me encuentro totalmente identificado. Y que cambia mi modo de entender el compromiso de la Iglesia y, por tanto de la Orden, con la sociedad en que vivimos. Desde entonces entiendo la “predicación” como el anuncio de un estilo de vida como el de Jesús, que nos compromete en la transformación del mundo.
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¿Cómo vives la llamada de Dios en tu trabajo/ocupación/ministerio actual?
Yo estoy jubilado desde hace ya muchos años, de modo que, trabajo remunerado, hace tiempo que no tengo (por cierto, desde hace ya muchos años, llegué al convencimiento de que los frailes deberíamos de vivir de nuestro trabajo y no considerar el “ministerio” como un trabajo remunerado). Pero sigo viviendo mi compromiso dominicano. Este compromiso lo vivo en comunidad con mis hermanos dominicos en medio de una comunidad cristiana y humana, que me permite compartir la vivencia y el sentido de una comunidad, que lleva consigo el compromiso constante de la transformación de la sociedad en que vivimos. Por eso sigo participando en los grupos-comunidad que existen en la Parroquia, y sigo colaborando en las actividades de la Asociación de Vecinos, en fin, en todo lo que exige la presencia en un barrio que aún tiene muchas necesidades.
¿Qué podrías decirle a alguien que se plantea su vocación?
Necesita tener una convicción muy fuerte. Creo que hoy no podemos apoyarnos en las motivaciones que nosotros tuvimos en nuestra juventud. Creo que no cabe estar hoy ilusionado por el “vestir el hábito”, por “disfrutar de conventos tradicionales”, por vivir una existencia como si hubiéramos nacido en la Orden y no “llamados” a la misma, teniendo en cuenta que se trata de una misión que requiere un compromiso extraordinario en el seguimiento de Jesús y en la transformación de la sociedad. Esto requiere un esfuerzo grande en el estudio y un compromiso solidario con el mundo en que vivimos. De ninguna manera debería de buscar en la Orden un refugio con el que pretendiese acercarse falsamente a Dios.
¿Qué pregunta te harías a ti mismo?
Yo me preguntaría si he sido fiel a mi vocación. Y a esta pregunta no me sería fácil responder. Agradezco a la Iglesia y a la Orden la oportunidad que me han brindado para conocer y seguir a Jesús. Pero es cierto que nos a tocado vivir una época de cambios y de transformación que nos ha desconcertado. Y este desconcierto ha ido derivando en miedos que nos pueden llevar a refugiarnos en los “cuarteles de invierno”. Miedos que pueden impedirnos afrontar las decisiones exigidas hoy por el evangelio de Jesús. Dentro de la Provincia de España me “siento” cuestionado. ¿Estuve acertado al tomar mis decisiones tratando de seguir el camino de Jesús dentro de la Orden? También me hago preguntas que la vida me plantea hoy. Yo nunca escribí teología, pero nunca dejé de hacer teología, porque nunca dejé de responder con el evangelio a las “preguntas” que me hacía la vida. Eso es también hacer teología. Se me plantean también otras muchas preguntas: ¿cuál va a ser el futuro de la pobreza?, ¿cómo vamos a afrontar el pluralismo de razas y religiones?, ¿de qué manera vamos a practicar la tolerancia?, ¿estamos dispuestos a tomar en serio al Jesús histórico, que cambiaría nuestras vidas?