Héroes, genios y santos: reflexión ante el coronavirus
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Este artículo pretende ser una meditación acerca de tres categorías humanas fundamentales: héroes, genios y santos. Máxime en estos tiempos de incertidumbre… Quizá esperabais un texto que no hablara de esta pandemia que nos asola, pero ¿cómo no seguir dándole vueltas al asunto, aunque sea para intentar vivirlo de la forma más provechosa posible?
En primer lugar —according to the «diccionario of the RAE»—, el héroe es una persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble; persona ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes. De hecho, es el protagonista en algunas obras de ficción. En la mitología antigua, el héroe es un hombre nacido de un dios o una diosa y de un ser humano, con cualidades tanto humanas como divinas (Hércules, Aquiles, Eneas…). En definitiva, se trata de personajes, reales o ficticios, que hacen cosas extraordinarias. Por ejemplo, podríamos incluir a todos los sanitarios, policías u otros profesionales y voluntarios que luchan contra el coronavirus día tras día, especialmente cuando viven las historias más llamativas.
Hace falta mucha valentía para pasar desapercibido a pesar de unas capacidades fuera de lo común.
Asimismo, consideremos al genio: quizá escasos en cantidad, pero no así mediocres en calidad. Son personas dotadas de capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables. Pueden aparecer también en relatos literarios (véase el Genio de Aladín…). En cierto sentido, tienen una faceta creativa: son magos, inventores, artistas. Tenemos, por tanto, que los genios son personajes, reales o ficticios, que piensan cosas extraordinarias. En nuestro caso, al menos en sentido amplio, los investigadores que buscan una vacuna contra el virus, o todos aquellos que, a pesar de la cuarentena, se las ingenian para seguir viviendo y dando vida a los demás.
Finalmente, tenemos al santo, que, a mi juicio —y probablemente también el de Dios—, combina lo mejor del héroe con lo mejor del genio. El santo es aquel con la sabiduría y amor suficientes como para ser humano en plenitud. Los santos son sabios porque intentan hacer la voluntad divina a diario (rezar y trabajar por el fin de la pandemia), en el ejercicio del amor a Dios y a los demás, especialmente a los más necesitados: las víctimas y sus familias. Lo mejor de todo es que son personajes reales, aunque también salgan en relatos no solo históricos, sino leyendas más fantasiosas.
En cierto modo, todos los santos son «héroes» y «genios», pero no todos los héroes y genios son «santos», por muy admirables que asimismo puedan resultarnos… Hace falta mucha valentía para tratar de pasar desapercibido, a pesar de unas capacidades de inteligencia o voluntad fuera de lo común: el enfermero santo es el que pone todo su empeño no por la recompensa externa (prestigio, éxito mediático o económico…), sino por la mera satisfacción vocacional de ayudar sin esperar nada a cambio. Y es que el santo tiene como único público a Dios; tal es su secreto y fortaleza.
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