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Madre y Madres

Fr. Rodolfo Méndez
Fr. Rodolfo Méndez
Convento de Santo Domingo, Ciudad Guatemala

En la mayoría de los países del mundo se ha declarado un día especial para celebrar a las madres. En España, por ejemplo, es el primer domingo de mayo. Sin embargo, está claro que a la madre, que verdaderamente ha cumplido este rol, se la debe festejar y tomar en cuenta todos los días, para reconocerle su gran trabajo, su fuerza extraordinaria, su corazón inmenso lleno de amor desinteresado e incondicional.

Un vídeo que se titula «El empleo más difícil del mundo» muestra muy bien lo que es el amor y el trabajo de una madre. Un señor entrevista a muchos candidatos que quieren un trabajo. Él explica que específicamente ese empleo es algo muy inusual pero maravilloso y requiere muchas habilidades, principalmente una gran responsabilidad. Explica que es un trabajo que, una vez que lo toma, no se sabe cuándo va a terminar. No tiene remuneración económica, sino que es por amor. No hay ningún tipo de prestación social (no es ilegal ni broma) y debe estar disponible todo el tiempo para su atención y cuidado, sin tener asegurado los tres tiempos de comida al día.

Los candidatos quedaron impactados cuando el empleador les explicó que el nombre de la profesión era: mamá. Muchos expresaron que nunca habían pensado detenidamente en eso. Otros lloraron y recordaron a su progenitora, confirmando que es un trabajo auténtico y que de verdad existe, y lo mejor de todo, que se realiza con amor. Honoré de Balzac decía: «Jamás en la vida encontrarás ternura mejor, más profunda, más desinteresada y verdadera que la de tu madre»; palabras motivadoras para quien cumple verdaderamente esta función.

Estas mujeres, que tienen el privilegio de ser portadoras de vida, que ríen y lloran con los logros y caídas, aciertos y desaciertos de sus hijos, merecen nuestro total respeto, amor y admiración. Es un trabajo gratificante y sin recompensa monetaria alguna. Antes de su satisfacción personal está el cumplimiento y amor hacia sus hijos, aunque no todos lo valoran.

Por esta razón y en esta oportunidad, vayan nuestras sinceras felicitaciones y agradecimiento a todas nuestras madres biológicas y a aquellas que han asumido el rol de nuestro cuidado. Ellas, que se preocuparon por nuestra educación, por inculcarnos valores, por enseñarnos a levantarnos de nuestras caídas… Reconocemos la dedicación, comprensión, paciencia y amor que nos brindaron o que lo siguen haciendo.

Pero también sirvan estas breves líneas como un medio para expresar nuestra gratitud a todas aquellas madres que vamos encontrando en el camino de la predicación. Ellas, que hacen vida la promesa dada por Jesús: «Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna» (Mt 19,29). Cada uno de los frailes dominicos, en algún momento de nuestra vida religiosa, nos hemos visto acompañados, queridos y adoptados por estas madres. Amor que perdura a pesar de la distancia y de la misión donde nos encontremos.

Nuestro homenaje también a nuestra Madre celestial, a esa mujer que llevó en su vientre a nuestro Salvador y que nos ha transmitido su amor. A la luz de esta gran alegría, que nuestros ojos fijos en ella sean propicios para contemplar sus virtudes y hacerlas vida en nuestro seguimiento de Cristo. El amor vivo y verdadero de la Madre nos sustenta.