¿Por qué dominico? - Testimonio vocacional de fray Lucas Ramírez
Ser joven implica, muchas veces, buscar la felicidad en ser importante, tener dinero, vivir bien, estar a la moda, ser reconocido y estimado por la sociedad; sobre todo, ser el dueño de la propia vida. En esto se resume mi infancia, o más bien, el inicio de mi juventud. ¿Por qué digo esto? Es lógico que para un joven de dieciocho años de edad, después de graduarse de Maestro de Educación Primaria (no es una profesión que sostenga para vivir, pero sí, para sobrevivir), busque ahora un trabajo para lograr todo lo que en teoría sería la felicidad.
Mi vida iba pasando imbuida en todos estos afanes: trabajar, estudiar una carrera universitaria, ser independiente, salir del contexto, buscar nuevos horizontes… sin embargo, me di cuenta de que en toda esta ilusión no siempre encajaban las piezas de mi vida.
En todo esto, ¿dónde está Dios? Dios estaba ahí, en el fondo del alma. Inquietaba, pero en mi familia creíamos en Dios pero a nuestra manera, dejándolo muchas veces, a un lado. Lo conocí un poco más cuando hice mi catequesis de confirmación; pero la experiencia donde inició todo fue visitar con mi párroco una comunidad de mi pueblo (Cubulco, Guatemala). Fue una experiencia que me marcó para siempre, porque entendí que la felicidad no consistía en tener ni hacer, sino compartir la vida desde lo que se es.
Salí de la comunidad con muchas dudas y preguntas. ¿Ahora qué hago con esto que descubrí?, ¿acaso hay algo más que toda la ilusión que me había creado antes? No solo eran simples ilusiones, sino un proyecto de cualquier joven que empieza a vivir su vida. Sin embargo, la experiencia de la comunidad, su alegría, esperanza, fraternidad, era más que aquel proyecto mío que empezaba a cobrar vida.
¿Ahora qué? Dios llama cuando quiere y donde quiere. Me acerqué más a la Iglesia y empecé a participar con una pequeña comunidad donde participaban mis padres; se reunían todos los jueves para celebrar la Palabra. Al principio puse mucha resistencia, como en todo, pero la guitarra me acercó, no tenía afición en ejecutar, pero sí en aprender algo básico. Después de unos meses en participar, me di cuenta de que estaba llamado a algo más: ¡al sacerdocio! Quizás, pero antes que eso, fraile, y no hubo mejor manera para conocer la Orden de Predicadores, más conocidos como frailes dominicos.
Los conocí de una manera particular, en las redes sociales, específicamente, en Facebook. Luego me acerqué a conocer las misiones que atendían en los países de Centroamérica: pastoral indígena, parroquias, colegios, centros de investigación, y de allí me di cuenta del cuidado de la fraternidad, el estilo de la predicación, la oración comunitaria y la importancia del estudio entre ellos. Todo esto era nuevo para mí y fue lo que me ayudó para decidir hacer un proceso y vivir este carisma. En el año 2016 ingresé al prenoviciado en la ciudad de San José, Costa Rica; allí viví tres años estudiando la filosofía y en septiembre de 2018 llegué a Sevilla, ya en España, para hacer mi experiencia de noviciado. Hoy, en este curso 2019-2020, me encuentro en la etapa del estudiantado en Valencia.
Durante estos años en la Orden puedo decir que ha sido una experiencia muy humana, dado que ha supuesto para mí mucho aprendizaje, no solo a nivel teórico, sino también en lo humano. Además, me ha enseñado que este estilo de vida se construye y enriquece con los defectos y virtudes, pero no en una construcción individual, sino comunitaria, teniendo siempre a Dios como protagonista. En consecuencia, puedo decir que la Orden es un lugar donde se puede esperar y crecer en libertad; con indecisión y con errores, pero seguros de la misericordia de Dios y la de los hermanos.
Ahora bien, ¿por qué dominico? Porque la vocación dominicana, en palabras de Fr. Timothy Radcliffe, no es un asunto de encontrar un trabajo, ni siquiera un servicio útil a la Iglesia o a la sociedad. Es mi sí a Dios lo que me llama a ser, mi sí a los hermanos con quienes vivo y mi sí a la misión a la cual soy enviado. En definitiva, ser dominico no es una manera de encontrar un empleo, sino una forma concreta de ser feliz.
A todo esto, mi nombre es Lucas Ramírez Santos y nací en Cubulco, Baja Verapaz, Guatemala, Centroamérica.