Reflexión al final del año Jubilar de la Misericordia
1. Jubileo de la misericordia e Iglesia
La decisión del Papa de proclamar el jubileo de la misericordia tiene una intención eclesial, que mira directamente a estructuras de Iglesia, a estilos de actuación, modo de presentarse ante el mundo. Por supuesto también piensa en cada fiel cristiano y en la necesidad de que sepa de misericordia; recibida y ofrecida.
El Papa quiere que la Iglesia del siglo XXI, como realización del reino de los cielos, aunque no se identifica con él, esté marcada por la misericordia y el perdón, por la acogida al débil. Que se supere el concepto de Iglesia como sociedad perfecta, bien estructurada con la llave de las puertas para dejar entrar y expulsar; y, con las exigencias legales para que todo esté en orden y pueda ser considerada como organización perfecta. En la Iglesia se forma en la fe, se celebra, y se atiende al pecador: no se le excluye –la excomunión desaparece-; no se emplean expresiones como “sea anatema” a quien se desvía de la verdad. Y especialmente, no se busca el poder de quien se impone con sus leyes, estructuras –incluso derechos-, sino que se centra más en la actitud humilde, sencilla, acogedora y misericordiosa hacia todo hombre y mujer, pero de modo especial hacia el más necesitado; como son los sometidos a condiciones inhumanas. Atención no solo asistencial, sino que exige cambios estructurales.
2. La misericordia en cada uno
Misericordia es dar el corazón, poniéndose en el lugar del otro, igual a él. Es compartir, com-padecer, con-solar: pisar el mismo suelo, sim-patizar, o sea, tener los mismos sentimientos. Dios tiene misericordia no compasión: no padece con, pues no padece. Aunque algunos han dicho que Dios no padece, pero sí compadece. En nosotros la misericordia implica padecer con, sentir dolor por el dolor ajeno. Mirar al otro como otro es justicia; mirarlo como a uno mismo, es misericordia. La parábola de los trabajadores de distinta hora es buena referencia: misericordia no es la justicia matemática, sino ofrecer lo que el ser humano necesita. No lo entendían así los trabajadores de la primera hora, porque si no se tiene misericordia no se entienden las acciones misericordiosas hacia los demás.
3. La misericordia del “predicador”
“La misericordia es la más grande de las virtudes”, dice santo Tomás y recoge el Papa en Evangelii gaudium. El sacrificio que más le agrada (“Misericordia quiero y no sacrificios” dice Jesús recordando a Isaías). “Cerrar los ojos ante el prójimo nos hace ciegos ante Dios” (Benedicto XVI Deus caritas est). “Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos nuestro interior” . Sólo se puede ser misionero buscando la felicidad del otro, su bien. Todo ser humano es misión, es envío hacia el otro. Porque reconocemos que cada persona es digna de nuestra entrega. Que se resumen en la expresión magnífica de Evangelii gaudium: “evangelizar desde el corazón. No se trata solo de hacer obras de misericordia, una de ellas es evangelizar, sino hacerlo desde el corazón. Por ejemplo educar desde el corazón; crear cercanía afectiva ante quienes se evangeliza es el primer paso. Cercanía afectiva y, por tanto misericordia, es decir, hacia los más débiles, a los menos dotados, a los que acuden con problemas familiares, a los de carácter difícil.
La misericordia es com-pasión: sin pasión por el ser humano no existe evangelización. Desde el corazón hay que realizar los distintos modos de evangelización, educativo, asistencial, formativo…. El Papa nos lo dice de modo tan claro como sencillo. Denuncia, por ejemplo, “a un párroco que habla sobre la templanza –castidad-10 veces y nada sobre la misericordia”. “El confesionario no ha de ser sala de torturas, sino lugar de misericordia”. Por supuesto el corazón no anula la inteligencia, la motiva, la obliga a pensar en técnicas, estilos, buscar la palabra y el gesto adecuado. Más aún misericordia es apartar del error, para lo que es necesario la búsqueda, el estudio en nuestra Orden, de la verdad. Misericordia veritatis se titulaba el documento del capítulo general de Providence College sobre el estudio. Buscar la verdad de lo que somos a los ojos de Dios y comprometer nuestra vida a la luz de esa verdad es una gran obra de misericordia. Necesaria siempre, hoy también.
4. La alegría, bienaventuranza, que consigue por ser misericordioso
Santo Tomás apunta que el vicio que se opone a la virtud de la misericordia es la envidia. Envidia es sentir tristeza por el bien ajeno. Misericordia es un compromiso cordial y efectivo para remediar o aliviar el mal que le sobreviene al prójimo. Sentimientos, pues, encontrados los que generan la envidia y la misericordia. En ambos se da una situación triste: en la envidia a causa del bien del otro, mientras que en la misericordia a causa del mal del otro. La envidia es agresiva hacia el otro; la misericordia acerca con corazón al otro, es compasión, o sea, sufre con el otro. En medio de la presencia del mal la misericordia genera alegría, la del pecador arrepentido, la de la proximidad afectiva y efectiva. La misericordia es una bienaventuranza, un factor de felicidad, según Jesús: bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia.
5. Una Orden religiosa que nace de la misericordia
La misericordia, el sentir con el otro, el creerse de alguna manera responsable de lo que en el otro hay de mal es lo que movió a santo Domingo a abandonar su digna vida de canónigo, y su relevancia social de acompañante del obispo Aceves a una misión diplomática, y optar por quedarse en el sur de Francia, entre los albigenses y cátaros. Misericordia ante el error, misericordia ante la orfandad de quienes se separaron de la Iglesia, misericordia ante quienes eran perseguidos por su condición de herejes. De esa misericordia surge la Orden de Predicadores, para llevar verdad, acogida y ofrecer comunión eclesial, la del evangelio, a los extraviados. Hubo momento en la historia de la Iglesia y de la Orden en que imperaba luchar contra el error con la exclusión, -anatema sit-, con el castigo, incluso, a los que en él estaban. Pero las páginas más creíbles de la Orden están escritas desde la misericordia: evangelización de América y defensa de los nativos, proclamación y defensa de los derechos humanos, y en general compromiso con la verdad sobre el ser humano frente a no pocos errores que le degradan.
La misericordia no es cuestión de un año, pertenece al vivir humano, está en el núcleo de la fe cristiana y en la razón de la vocación dominicana. “La misericordia y la fidelidad se encuentran” leemos en el salmo 84. Es necesario ser fiel a uno mismo y sólo lo seremos si desarrollamos en nosotros sentimientos de misericordia hacia el otro, como los que Dios tiene hacia nosotros. Y no sólo Dios tantas personas que han estado y están presentes en nuestra vida.