República Dominicana ha acrisolado mi vocación
¿Cómo fue tu vocación?
Mi familia es el artífice de mi vocación. De mi infancia recuerdo la ternura con que mis padres me cuidaron y, sobre todo, el ejemplo de sacrificio y tesón en el trabajo, en la vida de cada día, para que mi hermana y yo pudiésemos tener lo que necesitábamos. La vivencia de la fe, el descubrimiento de Dios, etc., fueron de la mano.
Desde que me fui casi niño a La Virgen del Camino hasta hoy siento su aliento. Me apoyaron desde el principio a discernir el mejor camino y vibran hoy con los proyectos que están en marcha y los sueños que están por nacer.
Debo mucho a los frailes, algunos ya descansando junto a Dios, quienes nos formaron primero como personas. No había prisa, al paso nos ayudaron a descubrir nuestro lugar en el mundo. El noviciado, la filosofía y la teología fueron los pilares a una vocación muchas veces endeble pero con mucha ilusión por abrir nuevos caminos.
En la Comunidad de Babilafuente me enseñaron a poner en práctica lo aprendido, a saborear el trabajo compartido, a disfrutar del encuentro con los más sencillos, a soñar con cruzar el océano.
República Dominicana ha acrisolado mi vocación. Más fuerte unas veces y más débil otras pero sabiendo de la mirada de Dios y del espíritu de la Familia Dominica que la fortalecen siempre.
¿En qué ha cambiado a lo largo del tiempo?
En sentir que no es sólo mía, que se la debo a muchas personas. Y que voy encontrando mi lugar donde vivo ahora, voy echando raíces de donde tomo la fuerza que necesito para acompañar a los demás. La Familia Dominica y las personas más sencillas acrecientan mi fe.
¿Cómo vives la llamada de Dios en tu trabajo/ocupación/ministerio actual?
Intentando poner pasión en lo que hago aprovechando el encuentro con las personas. Son muchos los sueños que me quitan el sueño porque nacen de las necesidades más urgentes de las Comunidades. Y siento más alegría al caminar junto a la Familia Dominica. Es nuestra fortaleza: saber que el espíritu de Domingo se hace realidad gracias a los talentos compartidos y que enriquecen a la Comunidad donde está inserto.
¿Qué podrías decirle a alguien que se plantea su vocación?
Que la tome al paso, que abra bien los ojos del corazón, que se sienta acompañado, que no se sienta ni demasiado seguro ni tan débil, y que intente, sobre todo, buscar la felicidad dentro de sí mismo.
¿Qué pregunta te harías a ti mismo?
Si estoy poniendo a fructificar los talentos que Dios me dio al servicio de la Comunidad.