Testimonio vocacional de Fr. Carlos Alejandro Jefferson
Mi nombre es Carlos Alejandro Jefferson Alonzo de León, soy guatemalteco, de treinta y cinco años de edad, y diría que mi camino vocacional inició cuando me encontraba cursando las últimas materias de la carrera de Ingeniería Electrónica en Guatemala, en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Fue en este momento cuando empecé a cuestionarme seriamente si el camino en el que me encontraba y lo que observaba acerca del futuro podrían hacerme una persona plena. A raíz de esta crisis mejoró mi relación con Dios, pues empecé a recurrir a Él con mayor frecuencia para pedirle luz y sabiduría en aquel momento de incertidumbre.
Después de un periodo de gran confusión y desolación, y a raíz de la constancia en la oración, surgió en mí el deseo de profundizar en mi fe, pues hasta ese momento mi relación con la Iglesia era bastante básica y superficial. Me inicié con la lectura de las Sagradas Escrituras, concretamente con los Evangelios, o los testimonios de aquellos primeros discípulos de Jesús. Aquella lectura me entusiasmó sobremanera y planteó una pregunta en mi mente: «¿Quiénes eran los actuales discípulos de Jesús?, ¿quiénes eran los que, salvando las diferencias de épocas, trataban de seguirle con radicalidad?».
En un inicio acudí al clero diocesano y a los frailes mercedarios.
A la lectura neotestamentaria le siguió una inmersión en documentos del magisterio de la Iglesia, como el Catecismo, diversas encíclicas y exhortaciones apostólicas, además de otros libros de santos y biografías de los mismos; fue entonces cuando caí en la cuenta de que sentía una inclinación hacia una vida más comprometida con el Maestro de Nazaret. Sin embargo, para este entonces contaba con veinticinco o veintiséis años de edad, y estaba convencido de que era ya tarde para pensar en la vida consagrada o religiosa; creía que era cosa de adolescentes o personas muy jóvenes, individuos entre dieciocho y veinte años, así que no veía el entrar en alguna congregación o seminario como posibilidad real.
A pesar de esto, reconozco que desde un principio sentí una fuerte atracción por la predicación de aquellos primeros cristianos: la intensidad de su testimonio y radicalidad de su ejemplo me impresionaban. Esto me condujo a considerar en convertirme en un laico predicador, pues esta faceta del laicado está muy extendida en Centroamérica, y decidí formarme para ello. Durante este tiempo de formación, que duró aproximadamente año y medio, mi manera de pensar acerca de la vida religiosa cambió: ¿quizá aún era tiempo de considerar aquella opción? Esto me llevó a principiar el camino de la búsqueda vocacional religiosa. En un inicio acudí al clero diocesano y a los frailes mercedarios.
Sin embargo, no fue sino hasta que descubrí la existencia de los frailes predicadores cuando realmente me sentí identificado con un carisma; intuí que aquella forma de vida estaba hecha a mi medida. Me puse en contacto con ellos e inicié un camino largo de discernimiento vocacional, aproximadamente tres años, el cual confirmó mi intuición inicial y me llevó a ingresar en el prenoviciado de la Orden en 2017. Me parece que, a grandes rasgos, este ha sido mi itinerario vocacional; actualmente me encuentro en la etapa de noviciado.
En estos tres últimos años he descubierto razones que han afirmado y renovado mi opción por el estilo de vida dominicano: la importancia del aspecto humano, la contemplación, el estudio y la versatilidad de la predicación dominicana son solo algunos de los elementos que, añadidos a mi interés original por la predicación, me motivan a continuar descubriendo el camino de seguimiento de Jesús que el Espíritu inspiró a Domingo de Guzmán, hace ya más de 800 años.