Testimonio vocacional de fr. Guido Torre

Testimonio vocacional de fr. Guido Torre

Fr. Guido José Torre
Fr. Guido José Torre
Santa María de Cahabón, Guatemala

Mi nombre es Guido José Torre Gannown, tengo treinta años y soy de san Pedro Sula (Honduras). Actualmente me encuentro viviendo mi año de noviciado en el convento de Santo Tomás de Aquino en Sevilla (España).

Podría decir que el inicio de mi camino vocacional significó un cambio de sentido en mi vida. Hasta ese momento, había vivido inmerso en un proceso profundo de búsqueda, pero sin horizonte; sin dirección; sin encontrar en ninguna de las cosas hechas hasta entonces esa plenitud de vida que en el fondo andaba buscando.

Poco antes de salir del colegio, yo había roto totalmente con la Iglesia, con Dios y con mi vida de fe. La religión y las respuestas que en aquel momento se me daban desde el ámbito de la fe no respondían a mis inquietudes, a mis ideales y anhelos.

En mi vida siempre influyó de una forma muy importante el arte. En esta etapa de quiebre, este fue un elemento clave para mí: una canción o un poema me hacían ver que había otras personas que tenían las mismas inquietudes que yo; las mismas preguntas sin responder que yo tenía. Hoy, echando un vistazo hacia atrás, no me canso de descubrir cómo esos elementos fueron determinantes para que hoy esté aquí, porque me enseñaron a ser valiente, a no rendirme; a seguir buscando y a no dejarme llevar por lo fácil y lo cómodo.

Resonaba en mí la certeza de haber encontrado el camino de búsqueda continua de Jesús.

Al terminar el colegio comencé a trabajar y continué mis estudios. A partir de aquí comienza también un largo proceso de redescubrimiento de mi fe y, sobre todo, de una experiencia de Dios que me llevaría a replantearme lo que quería hacer con mi vida.

Con el tiempo, al cabo de un par de años, surge la inquietud vocacional. No fue fácil, pero el diálogo constante con Dios, el encuentro con la Palabra y el hecho de compartir la fe con otras personas me fueron llevando a atender aquella inquietud y decidí comenzar un proceso de acompañamiento vocacional que me llevaría a conocer a la Orden de Predicadores.

Mientras más profundizaba en el conocimiento del carisma dominicano, más fuerte resonaba en mí la certeza de haber encontrado el camino desde el que yo podría realizar plenamente mi búsqueda continua de Jesús. En el año 2017 ingresé al prenoviciado en San José (Costa Rica).

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Desde un principio hizo eco en mí el enfoque y la relevancia que la Orden le da al estudio. Para el dominico el estudio es un acto de espiritualidad. Esto se traduce en un particular interés y en una capacidad, muy presente en la Orden, de profundizar en las cosas: no por el afán de saber más, sino más bien dirigido por el anhelo de amar más, a Dios y a la humanidad.

El otro elemento dominicano que impactó en mí de manera determinante, y en el que he podido profundizar y madurar más en este año de noviciado, es la forma en que la Orden expresa su fe en la humanidad. Una vez escuché una frase que decía que «un verdadero maestro es el que sabe que en todo ser humano hay grandeza». Desde mi experiencia, descubro cómo el carisma dominicano busca formar verdaderos maestros que, predicando la Buena Nueva, compartan con la humanidad su experiencia de Dios y recuerden a la Iglesia y al mundo entero que en cada ser humano, sin excepción, hay una grandeza inigualable, no por lo que pueda ofrecer o por lo que posea, sino por lo que es: un hijo, una hija de Dios, llamados todos a creer y a poner sus  dones al servicio del Reino.