Vocación Misionera
Siempre me he preguntado humildemente, en las diversas circunstancias que me ha tocado vivir, en España, Panamá, Baleares y Valencia ¿qué hace un hombre como yo, en un lugar como este, en medio de estas circunstancias y compartiendo con estos hermanos concretos? Las varias respuestas siempre han tenido un denominador común: mirarlo todo desde mi fe. Mirarlo todo desde mi convicción de predicador según el carisma de Santo Domingo, porque por pura gracia de Dios estoy donde estoy. Tratando de responder a los signos de la realidad que me hablan claro o no tan claro y que me invitan y urgen a corresponder a la voluntad de Dios.
Nunca he considerado que esas diversas situaciones fueran definitivas, siempre las he vivido en profundidad y desde mi sencillez. He pensado que fueron y son situaciones transitorias o relativas. ¿Será eso la itinerancia dominicana? He escuchado a la gente, he tratado de aprender de su sencillez y de su acogida, siempre con esas gentes sencillas he querido ver la presencia de Dios.
La experiencia que más marcó mi vida como dominico predicador fueron los casi treinta años vividos en Panamá. Tengo huellas imborrables de una experiencia pastoral muy rica en tierras panameñas. La sencillez y acogida de todas aquellas gentes, orientaron mi vida misionera. Todas las actividades de enseñanza en secundaria y en la universidad; la actividad diaria en la radio y la participación y organización de los cursillos diocesanos y parroquiales en los fines de semana, sobre todo el contacto con educadores y catequistas, inquietos por mejorar las relaciones humanas, por el aprendizaje del mensaje evangélico de Jesús; y sobre todo mis experiencias en la organización de una pastoral orgánica de las parroquias y de la diócesis. Todo eso, sí que motivaron mi reflexión teológica como un segundo acto, el acto de teologizar: dar razón de mi fe. Teología que, como se sabe, se origina siempre en el primer acto, en el compromiso, en la experiencia espiritual de Dios y en la praxis pastoral que es: brindar a Jesús, ofrecer su seguimiento, su perdón y misericordia y celebrar los sacramentos, sobre todo la eucaristía.
Todo eso lo he podido vivir, porque a mi lado compartía con un grupo de amigos y hermanos dominicos, formando una comunidad, orando juntos y reflexionando juntos. Construyendo ‘un nosotros comunitario’, tratábamos de dar respuesta a las urgencias y a las necesidades pastorales de las gentes, nos realizábamos nosotros y elevábamos la dignidad de las personas.
Estas cosas han manifestado la llamada de Dios hacia mi persona y como consecuencia han producido y contribuido a dar mi respuesta a la vocación. Lo escrito resume a grandes rasgos mi vocación dominicana. Me parece que si volviera a nacer escogería las mismas respuestas a la vocación de predicador dominico. Cambiando lo que hubiere que cambiar. Eso me ha realizado y me ha hecho feliz. Gracias a muchas personas que me han acompañado y gracias a Dios que se ha fijado en mí, en la Orden, en la Iglesia.