Breve teología de la bendición

Breve teología de la bendición

Fr. Esteban Nko Sipi
Fr. Esteban Nko Sipi
Convento de Santo Tomás de Aquino-El Olivar, Madrid

Hoy vivimos en una sociedad «nebulosa» de conceptos o palabras que en ocasiones son poco edificantes, carentes de «performatividad». Estamos en un contexto social donde a veces impera el espíritu de la mentira sobre la verdad; donde no siempre bendecimos a alguien de verdad y con todo su sentido. Vivimos en una sociedad donde lo importante y edificante, como la formación en los fundamentos bíblico-teológicos, los valores éticos, morales y culturales, está a veces petrificado o «desvalorizado». Pero, para estar mejor, tenemos que cambiar o actuar de forma diferente. Tenemos que hacer que domine el perdón en vez de la venganza, que la bendición con amor y sin hipocresía sea nuestro modus vivendi.

Bendecir, sí. Pero, ¿qué es la bendición? Se trata de «un don que afecta a la vida y a su misterio, y es un don expresado por la palabra y por su misterio»[1]. Según Pierre Pradevard, «bendecir es dibujar un círculo de luz alrededor de una persona para protegerla, sanarla y fortalecerla». Bendecir también significa desear a alguien un bien ilimitado, un bien sin reservas e incondicional. Es pronunciar palabras eficaces y perfomativas deseando el bien desde nuestras entrañas. Bendecir significa venerar, sentir un profundo respeto hacia aquello que es siempre un regalo del Creador. La persona santificada por vuestra bendición se convierte en una persona elegida, consagrada, sagrada, plena[2].

¡Ojo! La bendición pronunciada no es una cosa mecánica: no es magia, sino que requiere discernimiento, paciencia, confianza, porque a veces puede que no se materialice según nuestros deseos; lo importante es tener fe en Dios, pues él sabe mejor que nadie lo que nos conviene en cada momento; con frecuencia sus caminos no son los nuestros, ni nuestros pensamiento los suyos; él tiene también su propio calendario.

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¿Restablecemos hoy la cultura de la bendición?

Lo cierto es que hoy se ha abandonado el sentido de la bendición. Si nos damos cuenta en la actualidad, los padres ya no bendicen a sus hijos, se preocupan más de que vayan a una universidad de prestigio y tengan los mejores libros, buenas ropas, los mejores juguetes, etc. Pero ahí no debería limitarse su responsabilidad. Además de esto, tienen que dar a los hijos calor, cercanía, para que se cristalicen sus principios vitales. Lo cual exige estar cerca de ellos, ser ejemplares y pronunciar palabras que les conduzcan por buenos caminos. Eso es también una forma de bendecir. Sin embargo, en ocasiones nos percatamos que los padres se dirigen a sus hijos con epítetos poco educativos, que de vez en cuando frustran el devenir, las aspiraciones de los niños e incluso destruyen su identidad.

También podemos bendecir desde el nombre. La Biblia es modelo para dar nombres. En nuestras tradiciones culturales existen nombres para bendecir, dar luz e identidad a la persona. En la cultura negroafricana, el muntu, el botyo (la persona) desde su nacimiento es un ser con vocación, un ser bendecido, porque es una bendición que envía Dios a la familia, y esta bendición se multiplica a través del nombre que le designe la familia. En la susodicha cultura, el nombre tiene una connotación de bendición, de identidad, un proyecto de vida, una personalidad. El muntu bendecido está llamado a ser bendición para los otros, crear «bisoidad» (comunidad dialogal) como lo diría el filósofo y egiptólogo Babibayi Molongwa. El muntu es un ser en el que reina la armonía, los valores ético-morales. Cuando bendecimos al muntu le damos una apertura a la trascendencia, es decir, le otorgamos que tenga sed viva en el absoluto (Dios). Dicha bendición da a entender al muntu que es un ser con destino. No le basta hacer el bien y practicar la justicia. También es importante para él asumir su vocación de destino donde el sentido se define más allá de la historia[3]. La vida del muntu se juega sobre el terreno; pero tiene una dimensión divina que no le aparta de sus tareas sociales.

En nuestros días, la palabra bendición y su sentido están abandonados. Oímos: «que Dios le bendiga, hermano». Pero estas palabras ¿salen de lo más profundo de nuestro ser? Por lo tanto, si realmente deseas bendecir a una persona, toma conciencia de ello antes de pronunciar esa bendición. Y es importante recordar que es Dios, a través de tu boca y tu corazón limpio por dentro y por fuera, quien puede animar su vida, porque bendecir a alguien es más que pronunciar unas palabras de alabanza o de valoración, es más que señalar los talentos que uno tiene o sus buenas acciones, es más que ensalzar a alguien[4]. Bendecir es decir a esa persona, aceptar que es digna de ser amada.

[1] Jacques Guillet, «Bendición» in  Vocabulario de teología bíblica, Vol. 66, Barcelona, Hender,  1973, p.121.

[2] Cf. Pierre Pradervard, 365 bendiciones para sanarme a mí mismo y al mundo, Mensajero, Bilbao 2018.

[3] Cf. Kalamba Nsapo, Ya - t- ’il des Africains au ciel ? Essai d’eschatologie  afro-kame, Alemania,  Menaibuc, 2011, pp. 114-115.

[4] Cf. Pierre Pedavard, Op., cit.