La compasión intelectual: nuestra razón de ser

La compasión intelectual: nuestra razón de ser

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid

La cuestión intelectual en la Iglesia no es algo que comenzara en la Edad Media. El origen de la misión intelectual de la Iglesia surge en los primeros momentos del cristianismo. Y es que siempre ha estado presente la necesidad y el deber de reflexionar, y dar razón de nuestro credo para refutar las mentiras, embustes y farsas que por ignorancia, o incluso por maldad, se han vertido sobre el pensamiento y actuar cristianos. Santo Domingo comprendió perfectamente la necesidad de una buena misión intelectual de la Iglesia, y quiso que esta se viera totalmente identificada con la Orden por él fundada. Y es que no debemos olvidar que Domingo fundó una Orden de intelectuales. Así pues ¿cómo fundamentar la cuestión de la compasión intelectual en Domingo?

Al hablar de la compasión en Santo Domingo siempre se hace referencia al episodio de la venta de los libros en Palencia. Sin embargo, en este texto no nos vamos a referir a ese gesto compasivo de Santo Domingo. La razón de ello es que existen opiniones encontradas al respecto y siempre es conveniente indicar, en honor a la verdad, que hay frailes dominicos para quienes el episodio de los libros resulta incomprensible, ya que se cuestionan cómo el fundador de la Orden del estudio y de la pasión por la verdad vendió sus libros. Por ello nos serviremos de otro episodio igual de compasivo, igual de amoroso y profundamente dominicano: el diálogo que mantuvieron Santo Domingo y el hospedero seguidor de la herejía cátara. Y es que Santo Domingo no soportaba ver que a la gente le faltara el pan corporal, pero de igual forma no soportaba ver cómo se caía en la muerte eterna, en las redes aprisionadoras del error.

 

Siguen existiendo muchos «hospederos» con una imagen desdibujada de Dios, lo cual les impide asimilar de forma lúcida su fe.

En cualquier publicación en la que se nos cuente la vida y hechos de Santo Domingo aparece el momento de diálogo con el hospedero. Y es que algo tiene, algo encierra esta «primera conversión» donde Domingo pone todo su saber al servicio de una situación en la que era preciso una reacción compasivo-intelectual. Porque su saber fue la herramienta fundamental para transformar la realidad del hospedero, haciéndolo pasar de la confusión y el error al placer y bienestar que trae la verdad. El diálogo de Santo Domingo con el hospedero nos habla de contrastes, de preguntas, de respuestas; de acercamiento y proximidad para comprender mejor. Y es que Domingo se comprometió con una práctica creativa e intelectual de la compasión. Puso toda su realidad amante en aquel hospedero, de quien se hizo prójimo, y lo ayudó a comprender las palabras de la fe. Hizo que las liberara de todo prejuicio y de todo error, en el que se encontraban por influjo del ambiente, para que luego pudiera escuchar, aceptar y acoger con todo su ser la verdad del Evangelio.

Como dominicos que somos —o que nos lo estamos planteando—, no deberíamos echar en el olvido este episodio dialogal de Santo Domingo con el hospedero, este origen probable del fundamento compasivo dominicano. Porque esto es lo que nos caracteriza: esta es nuestra razón de ser y nuestro servicio eclesial. Nuestra predicación compasivo-intelectual es la forma dominicana de ejercer la diakonía, es decir, nuestro servicio en favor de la edificación de la Iglesia. Decimos todos los días que Santo Domingo es «luz de la Iglesia». Pues bien, quizá necesitemos hoy, al igual que hizo Domingo, recuperar el entusiasmo y ser luz en la Iglesia poniendo la compasión intelectual en el centro. La Orden de Predicadores tiene mucho que aportar en este campo, porque es lo que la Iglesia espera de nosotros. Porque sigue habiendo una carencia considerable de fe pensada, siguen existiendo muchos «hospederos» con una imagen desdibujada de Dios, lo cual les imposibilita asimilar de forma lúcida su fe. Todos ellos necesitan de una reacción amoroso-compasivo-intelectual para que puedan experimentar la fe de forma viva y creativa.

En mis años de formación, el maestro de estudiantes nos decía: «En dominicano hay dos vocaciones: la mayúscula y la minúscula. La mayúscula es “quiero ser dominico/a”; la minúscula consiste en cómo y dónde ejerzo ese ser dominico/a». Así pues, la compasión intelectual —el amor compasivo por buscar, trasmitir y predicar la verdad— abre las ventanas del entendimiento; es lo que debería sostener nuestra «vocación mayúscula». En conclusión, podemos decir que la compasión intelectual está llamada a construir una cultura de la verdad y de las relaciones humanas que reemplace la cultura de la mentira, de la falsedad, de la corrupción. Porque ocultar la verdad, dejarla velada, es un «pecado» contra la vocación dominicana; pero quedarnos callados ante algo injusto o mirar para otro lado lo es todavía más.