Cuarto Modo de Orar

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid

 

Cuarto Modo de Orar

Este modo de orar muestra cómo Santo Domingo se arrodilla y se levanta varias veces rezando en voz alta. ¿Por qué arrodillarnos a la hora de orar? Es una actitud de súplica y de intercesión. No solo habla el espíritu, también el cuerpo; es aquello que escribe San Pablo a los cristianos de Filipos de que ante el nombre de Jesús “toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en el abismo” (Fil 2,10). Este gesto de Santo Domingo tiene el significado de homenaje en la adoración. Todo este movimiento de descender y ascender de Domingo ante el crucificado, es dar gloria al Padre. Pero tenemos que dejar algo claro; Domingo no adora a la cruz, no puede hacer eso. La cruz es un patíbulo y sigue siéndolo para muchos. En la cruz hay que poner un nombre, una persona, una historia real, un Hijo que es lo que le da sentido, y por ende también lo tiene el gesto. En la cruz se resuelve toda una historia de amor del Creador hacia la humanidad. Esta historia la realiza Jesús, el crucificado, que por fidelidad con la humanidad es glorificado y por ello bien merece esto, siguiendo el ejemplo de Santo Domingo, nuestra genuflexión.


 

El fruto de este modo de oración puede ser la esperanza y la confianza en la misericordia de Dios. Es un acto de devoción en un estado de estupor contemplativo. Para Santo Tomás de Aquino la devoción “es la prontitud en el servicio de Dios”. Santo Domingo poseía viveza y pasión en el seguimiento de Cristo y la predicación del evangelio. Sabía que el seguimiento a Cristo lleva a reflexionar sobre las exigencias, los riesgos y las fuerzas con que cuenta para llevar a cabo su cometido. Sabe que es necesaria la meditación, el debate, la reflexión. Si esto no se da, el proyecto de vida quedará inacabado.

Santo Domingo comprendió que el seguimiento de Jesús trae consigo otra manera de ver la vida desde la libertad y la generosidad, porque comprendió que el fin de la vida es que seamos constructores de una humanidad en la que predomine un nosotros muy amplio, con vistas a un camino común hacia el sentido y la felicidad; y así como lo vivió, se lo transmitió a sus frailes.

(Dibujos de Fr. Félix Hernández OP)