Tercer Modo de Orar

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid

 

Tercer Modo de Orar

En este tercer modo de orar, podemos ver a Santo Domingo utilizando la disciplina, es decir, un látigo de cuerda o de metal para las penitencias que se hacían en la vida religiosa. Se puede interpretar como el querer ser discípulo (que es otra acepción de la palabra disciplina) es decir, responder en conducta a comprensiones e ideales más altos. Lo que queremos decir con esto es que no se trata tanto de castigo, sino más bien de aprender.

Santo Domingo con este modo de orar quiere aprender que el amor es fundamental en la vida cristiana, porque sin amor la vida se vacía de sentido. Hemos oído muchas veces, “que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn15, 9-17). En la medida en que acertamos a vivir amando la vida, amándonos a nosotros mismos y amando a las personas, nuestra vida crece, se despliega y se libera del egoísmo, de la indiferencia y de tantas servidumbres que la ahogan. Con este modo de orar, podemos aprender lo que nos indica Joseph Moingt cuando dice que “la gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los hombres otra vía de acceso a Dios distinta de la de lo sagrado, la vía profana de la relación con el prójimo, la relación vivida como servicio al prójimo”. Santo Domingo lo que quiere aprender es cómo le ha amado Dios a él, para poder llevar a cabo su mandamiento: “que os améis unos a otros como yo os he amado”.


 

Aprender a ser discípulos es pensar en nuestra vida, pensar sobre qué me pide Dios; qué es lo que espera de mí. Se trata de aprender a amar. No sabemos en qué circunstancias nos podremos encontrar y qué decisiones tendremos que tomar; pero Dios solo espera que amemos a las personas y busquemos su bien. Que nos amemos a nosotros mismos, que amemos la vida y nos esforcemos por hacerla digna y humana para todos. Este severo y riguroso aprendizaje tiene que pasar por la disciplina, es decir, plantearme y decidir qué necesito, aunque sea duro y “doloroso” para salir de cualquier circunstancia. Santo Domingo acude a este modo de orar confiando en Dios; con su ayuda con su gracia y con su ejemplo, porque él no se echó atrás.

(Dibujos de Fr. Félix Hernández OP)