Mi vocación de laica dominica
¡Queridos hermanos!
Escribo estas líneas sabiéndome en familia con vosotros, y deseosa de compartir mi vocación como laica dominica.
Me reconozco llamada al seguimiento de Jesús desde el laicado y el carisma Dominicano. Mi recorrido de FE ha estado siempre vinculado a los PP Dominicos y la formación y búsqueda de la verdad han sido una constante.
El carisma de nuestro padre Domingo, su singular predicación, y manera de estar en el mundo han ido ‘seduciéndome’ y poco a poco Dios a través del contacto con los frailes y las realidades de Misión y su estilo de presencia, predicación y denuncia han dado forma a mi deseo de pertenencia a la Orden y a quererme Dominica.
Cada año, en verano, salgo fuera de Misión, y esa oportunidad de encontrarme con los más sencillos y desfavorecidos, lejos de las preocupaciones que aquí me ‘distraen’ de lo esencial, es un regalo inmenso.
Mi vocación se ha ido fraguando en gran medida ahí; también en el compartir vida y comunidad con los frailes que me acogen cada año en la Misión. El contacto directo con ellos, su modo de ser y estar, compartir mesa y techo, reafirma mi vocación sintiéndome hermana en cada uno de los sitios de Misión, viviendo desde la fraternidad, ‘en casa’. Nos une el carisma de nuestro padre Domingo, la Misión de predicación y el sentirnos familia.
El Domingo de Guzmán tan cercano que descubrí en Shintuya- Perú-, reconozco que fue un flechazo. Y lo descubrí en las conversaciones, y compartir Fé y vida desde lo cotidiano con los frailes en la Misión. Atisbé que yo quería ser parte más activa de esto desde un compromiso profundo como familia Dominicana. Fue como encontrar de pronto el marco donde encajar mi vocación de manera natural.
En la Misión me resulta más fácil estar en el mismo DIAL de DIOS. Vivir en primera persona la experiencia de predicación desde el compromiso y la vida al lado de los más desfavorecidos de la mano de los frailes, y arropada por la acogida de las comunidades pone a Dios en el centro de todo.
Desde ahí hablar a los hombres de DIOS es un hablar construido en la presencia comprometida de los misioneros que se expresa por sí sola; y también hablar a DIOS de los hombres buscando momentos de oración tranquila en la Misión es una necesidad que brota ciertamente en mí.
Todo eso fortalece mi vocación y me carga las ‘pilas’ para el regreso. Porque como laica estoy llamada a dar testimonio de mi Fe, atenta a las necesidades de mi tiempo y entorno, estando de este modo al servicio de la verdad.
Llamada a participar de la Misión Apostólica de la Orden; en la predicación; a dar respuesta a los desafíos religiosos y sociales de nuestro tiempo: aquí y ahora, VE y PREDICA.
Me reconozco afortunada por cruzarse nuestro Padre Domingo y la Familia que fundó hace 800 años en mi camino de seguimiento de Jesús. Y feliz por ello.
Mi día a día aquí es muy intenso: Entendiendo la Misión como lo que soy, y no lo que hago, es como afronto cada mañana mi vocación dominica. Ésta conforma mi ser cristiano y mi presencia en el mundo: La Verdad, la oración, formación y el estudio al servicio de la Predicación, en comunidad y como Familia Dominicana.
Esto determina las decisiones que cada día tomo y en las que debe primar la preocupación por el ser humano. Compatibilizar esto con mi desempeño profesional, como responsable de un equipo directo de más de 60 personas y un presupuesto que debo que cumplir, es un reto no siempre fácil, pero posible.
Hoy se habla mucho en el entorno empresarial del estilo de liderazgo y en ese contexto me muevo. Ahí, desde un liderazgo centrado en la persona quiero reforzar que es posible perseguir como meta servir a Cristo, ser fiel dominico, y buen profesional.
Y pido a Dios, a nuestro padre Domingo y a vosotros, que crezca en mí el deseo de predicar su bondad y amor con la fuerza de la Palabra y la vida al servicio del Evangelio siendo voz y denuncia de las causas que originan la injusticia.