Y si Dios fuera un producto…¿Cómo deberíamos comunicarlo?

Carlos Luna
Carlos Luna
Laico Dominico. Fraternidad de Atocha. Madrid


Desde hace tiempo me llevo haciendo esta pregunta. Reconozco que puede ser perversa esta analogía pero quizás nos pueda inspirar sobre como debería ser nuestra predicación hoy en el siglo XXI.

Las reglas han cambiado

El modelo clásico de comunicación se ha roto. Todavía recuerdo mis lecciones de lengua en el colegio en el que nuestro maestro nos explicaba como en todo proceso de comunicación existía un emisor un receptor, un mensaje, un canal.
En la iglesia nos aprendimos muy bien esa lección, pero con un matiz: mientras que en el esquema que nos enseñaron en la escuela, los dos protagonistas aparecían de forma horizontal a la misma altura, la comunicación que tradicionalmente se ha hecho en la esfera eclesial era unidireccional hacia el target y de forma vertical. Plasmando así esa mentalidad de la Institución “todopoderosa” con miles de recursos y fieles para emitir el mensaje desde arriba y llegar a sus receptores/fieles, según el plan de evangelización trazado.

Desde una óptica egocéntrica del emisor , y siempre con la intención de cumplir sus objetivos de “emisión”,(digo emisión y no comunicación porque no nos engañemos: comunicación es cuando dos personas se entienden, conocen, interactúan y se da un encuentro entre ellas.) nos encontrábamos con un mix de medios que se dividía en dos bloques bien diferenciados: Medios masivos de comunicación y medios BTL o Below The line, más adelante nos empeñamos en dividir la comunicación online y offline… teniendo una obsesión en la iglesia por evangelizar “el nuevo continente” llamado internet.

Hoy en día estas distinciones están rotas. La comunicación se hace con una concepción 360º para llegar al público y con un cambio de visión que,-aunque en algunos cargos en la iglesia y “predicadores de calle” ya se va cambiando, todavía nos queda mucho por aprender y desaprender en esta linea.

Con la desaparición del mercado de masas, y una proliferación de segmentos cada vez más numerosos y de menor tamaño, la empresa se ha visto obligada a un cambio radical en la concepción de la comunicación, requiriendo de un mayor conocimiento de los distintos segmentos y realizando una comunicación más directa y eficaz hacia los mismos. Ahora bien, si el mundo del marketing ha podido hacer este salto, ¿Cómo no vamos a poder hacerlo en la comunidad eclesial?


Además el panorama de la comunicación clásica es desolador. Está calculado que cada individuo a los que pretendemos llegar con nuestros planes de “comunicación” recibe una media de 3000 a 5000 impactos publicitarios al día. Cada vez más el público potencial se encuentra más cerrado a los mensajes exteriores con formato tradicional, está demostrado que más del 60% del público es contrario a los formatos de comunicación tradicional. Y no sólo eso, sino que el 65% exige límites legales a la publicidad, con más agravio si la comunicación es referida a la religión, a la que se le pretende encerrar al ámbito privado.

Esto supone un cambio de mentalidad en torno a lo que entendemos por comunicación. Es dar por verdadera la afirmación de,-como decimos en marketing-,”el cliente es el rey”, o que “la oveja es más importante que el pastor”. Pero darla por verdadera del todo, no sólo para que sea el centro de nuestras acciones, sino para que él sea quién dirija las acciones también de comunicación decidiendo así el canal, código, tono, momento del mensaje, y además sea el principal emisor del mismo.

¿Cómo debería ser nuestra predicación para que el protagonista fuera Aquel del que predicamos y aquel al que se predica? ¿Cómo predicar siendo éste último el protagonista del esquema de comunicación que le posibilite una experiencia personal con Dios?

“Comunicar desde la otra orilla” aplicado al modelo de comunicación actual.

Para vivir un nuevo modelo de comunicación desde “la otra orilla” e inspirarnos en los cambios surgidos en la comunicación publicitaria, sugiero prestar atención a cuatro principios fundamentales para realizar esta nueva forma de comunicación con el público:

• “Las marcas ya no se anuncian, se relacionan”: con el gran número de impactos publicitarios mencionados anteriormente, y con la impermeabilidad del destinatario hacia nuestros mensajes sólo queda un camino para llegar a él: dejarnos que él llegue a nosotros. La clave es establecer un diálogo con él, no un impacto, creando excusas, espacios, canales para que nuestro público se encuentre y quiera encontrarse con nosotros para encontrarse con Él.
Relevancia: En esta era de la “infoxicación”, con la enorme saturación comunicacional, la clave es la relevancia que despierte el deseo en él de querer relacionarse con nuestro “Producto”. La relevancia deberá ser tanto en contenidos de interés para nuestro target, como en los canales de relación.
Conocimiento bidireccional “one to one”: para alcanzar esa relevancia hacia nuestro público ya no podremos conformarnos con simples anuncios en los corchos de la parroquias o bandoleras en las fachadas de las iglesias, sino que necesitaremos que nuestra comunicación genere más conocimiento sobre nuestro target para prolongar nuestra relación con él, más allá de un simple spot publicitario, o banner en internet.
Comunicación desde el beneficio profundo que aporta nuestro mensaje de liberación y que despierte los deseos de Más que todo ser humano tiene y anhela. Si nuestro post en nuestro blog ,nuestra newsletter de la parroquia,etc. no genera deseos de saber más, de querer más… nuestra predicación ya nació muerta antes de apretar el botón de envío.

La buena o mala noticia,-según se mire y estemos dispuestos a desaprender-, es que la persona a la que nos toca dirigimos hoy, empieza a acostumbrarse a un modo de comunicación con estos ejes. O estamos dentro de su sistema de percepción, concepción y respuesta, o seguiremos estando fuera de su campo de evangelización. Sabiendo que no todo depende de nosotros pero que somos medios para que el Espirítu Santo actúe.