11ª Estación: Jesús es clavado en la Cruz

 

11ª Estación del vía crucis. V Semana de Cuaresma.


Cada paso en el camino del dolor conduce hacia la cruz, Jesús va a consumar su obra con la entrega generosa: “nadie me quita la vida sino que yo la entrego” y su entrega es la respuesta de fidelidad al amor del Padre, de coherencia con su identidad y misión.


El dolor, el sufrimiento y la muerte son interrogantes que todo hombre y mujer se hacen en la vida. Estas realidades parecen entran en contradicción con un deseo profundo que nace del interior del ser humano, deseo de vivir, permanecer y perpetuarse, con un deseo de felicidad que parece frustrarse cuando tropezamos en la vida con la experiencia de dolor. Sin embargo en esta escena del vía crucis contemplamos al que es La Vida, asumiendo cada una de estas realidades sin perder la integridad de la felicidad y de la vida misma que nace del amor.


El amor vertebra la existencia de Jesús de tal manera, que ante la cruz su respuesta no es de rechazo, de abandono e huida, sino de clavarse. Jesús es clavado en la cruz, es la lectura de integración en nuestra vida de todas las circunstancias de pena y muerte, porque no son más que eso, circunstancias que no definen la profundidad de nuestra existencia. La voz de nuestro interior no se equivoca, estamos llamados a la vida y la felicidad que están más allá de lo que la contingencia nos pone en el camino.


Creo que nadie de nosotros pueda decir que no ha tenido una preocupación en la cabeza, un nudo en la garganta o una pena en el corazón. Quien se sienta afortunado por no haber tenido ninguna experiencia de enfermedad, dolor, sufrimiento, que se ponga en la fila de la vida porque en algún momento le llegará. Nos siempre somos espectadores de los males de los demás, ni la muerte es solo noticia que ocurre en las familias de otros. Un día tocará a nuestra puerta con el mismo capricho con que la vida elige la suerte. Pero para entonces será distinto si miramos a la cruz de Jesús, si reconocemos que en su cruz están nuestras cruces, si somos capaces de hacer descansar nuestras cruces en las cruces de Jesús.


Los cristianos no somos masoquistas, ni buscadores de dolor y el sufrimiento como se nos ha querido hacer ver, pero si somos los que por el amor de Cristo en la cruz podemos hacer una lectura distinta del dolor, la enfermedad y la muerte. Somos los que buscamos integrar estas realidades ineludibles de la existencia humana, en nuestra esperanza de vida. Los que nos resistimos mirar la vidas como un absurdo irreparable para convertirnos en buscadores de sentido que orientan en el amor, la felicidad y el bien el único destino de la humanidad.
Jesús clavado en la cruz, es la respuesta a que la vida del hombre no es y no puede ser una tragedia sin sentido, llena de penas, sueños, afanes y sufrimientos abocados al fracaso de la existencia. La vida no es y no puede ser una callejón sin salida truncado por la muerte en el desvanecimiento de cuanto amamos. Mirar hacia la cruz de Jesús es descubrir la vida como un gozo en la presencia de Dios que se prolonga más allá de la muerte.


Hermanos míos, el dolor y la enfermedad son experiencias intransferibles que nos enmudecen, ante el sufrimiento ajeno muchas veces lo mejor que podemos hacer es acompañar desde el silencio ante un misterio que no le encontramos respuesta. Pero algo me deja un poco más tranquilo, el Dios que nos ha amado y que nos salva del absurdo, asumió nuestra condición humana hasta el punto de incorporar cada una de nuestras interrogantes sin dejar de iluminar ningún rincón de nuestras vidas.