13ª Estación: Jesús es bajado de la cruz .

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid
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13ª Estación del Vía Crucis. Semana Santa.

José de Arimatea llegó con el permiso para desclavar a Jesús y enterrarle; había que hacerlo deprisa antes de que se pusiera el sol. Paradójicamente iban a ser dos extraños quienes llevaron a cabo lo principal de esta tarea. Pedro, Andrés y todos los que la víspera anterior habían discutido largamente quién de ellos quería más a Jesús, estaban ahora lejos. Iban a ser un saduceo -Arimatea- y un fariseo –Nicodemo- quienes se encargaron de desclavarle y embalsamarle. No cabe dudar de que María no quisiera ceder el privilegio de recibir en sus brazos el cuerpo de su Hijo. Es el espectáculo indescriptible de la Pietá que tantos corazones ha ablandado. Jesús muerto configura la más radical pobreza y el más completo anonadamiento.


Jesús muerto y bajado de la cruz abre un camino para que su bandera sea llevada adelante por otros que comprendan el proyecto histórico de Dios; que consiste en la instauración de un mundo en el cual, todos sean hermanos e hijos del mismo Padre, en la justicia, en la libertad y en el amor. Aún en esta escena, donde parece que lo único que queda es enterrar y cerrar, sigue siendo Espíritu que no cesa en su trabajo por sacar del corazón humano algo digno de él.


Estamos ante un Dios que calla y espera y que muestra su impotencia por el enorme respeto que le merecemos. Un Dios que confía más en nosotros, de lo que nosotros confiamos en nosotros mismos.
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12,24). La fecundidad necesita del tiempo de gestación. El Reino de Dios trabaja con tiempos largos; en tantas cosas esperadas nos tocará morir sin ver. Pero sabremos que el mañana dará su fruto, porque el mañana absoluto siempre es Dios. Será al “tercer día”, según las Escrituras, el día en que Dios interviene en resurrección y vida. Si nos fallan las promesas esperadas o imaginadas, siempre nos quedará Dios, como la verdadera promesa. Hoy y mañana continuaremos levantándonos, luchando sufriendo y amando, mientras nos llega la consumación, la obra que Dios hace en nosotros; la que nos ha dicho en el corazón.


Algunos de nuestros proyectos en la Orden darán vida a nuestros hermanos, otros se frustrarán y fracasarán, incluso por culpa nuestra. Hoy y mañana seguiremos en este vía crucis de la humanidad, pero al tercer día aparecerá el mañana esperado que es Dios.
Por eso, si en nuestra vida como dominicos después de nuestras agendas y proyectos, logros y fracasos; si el mañana de pasado mañana siempre es y ha de ser de Dios; si Él tiene la última palabra; en medio del calvario, a los pies de las cruces de los crucificados, podemos abandonarnos en los brazos maternales del Padre, y aún soñar ilusionados como niños, con la inocencia que nos otorga el sufrimiento, que mañana… mañana todo será mejor.