Anunciar es encarnarse

Anunciar es encarnarse

Fr. César de Camps Peña
Fr. César de Camps Peña
Real Convento de Predicadores, Valencia
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La santidad nos llama al desafío esperanzador de transmitir una experiencia solidaria

La Cuaresma es tiempo propicio para hacer una reflexión sobre lo que significa ser discípulos de Jesús para nuestras vidas. Para todo cristiano, seguir a Jesús no es solo ir detrás de él; «camino, verdad y vida»[1], sino que es continuar, en compañía suya, rumbo a la plenitud que Dios nos ofrece a través de su revelación. Cada cual está llamado al discipulado conforme a la condición de vida por la que ha optado. A los frailes de la Orden de Predicadores, por ejemplo, nuestra Constitución Fundamental nos recuerda que debemos comportarnos en todas partes como quienes desean conseguir su propia salvación y la de los demás, yendo tras las huellas del Salvador[2]. Esa sería la manera concreta en la que los dominicos nos hacemos eco del deseo de santidad que Dios ha soñado para todos los seres humanos, en espera de que no «nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada»[3], sino que seamos sal de la tierra y luz del mundo con la que demos gloria al Padre[4].

hay semillas del Verbo divino reconocibles en muchos hombres y mujeres

Para este seguimiento es bueno tener referentes, y no existe para ello mejor modelo que el de Dios mismo, que se ha identificado con la humanidad por medio de la Encarnación de Jesús. Pero también hay semillas del Verbo divino reconocibles en muchos hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, han sabido ser anunciadores del Reino a su alrededor. Sus testimonios de vida constituyen signos en la medida en que apuntan siempre en dirección hacia la Verdad revelada en Jesús. Ya decía san Gregorio Magno que, lo que ahora queda por hacer, es que cada uno de nosotros –de acuerdo con la medida en que la vivamos– dé a conocer el misterio para que la demanda de justicia redentora expresada por el Señor no quede oculta en nosotros[5].

SolidaridadLa familia Dominicana tiene un testimonio muy cercano en nuestro fundador: de santo Domingo de Guzmán se dice que «hablaba siempre de Dios o con Dios»[6] señalando su ardiente anhelo de ser puente de la misericordia de Dios. Este deseo de contribuir a la Evangelización a través de la predicación no solo dio origen a la Orden de Predicadores, sino que se hizo visible en la configuración de todo su ser. Solo desde la mirada compasiva de Dios en santo Domingo podemos comprender muchos de los gestos que mencionan quienes le conocieron en vida, como la tan recordada venta de sus libros para establecer una limosna durante una hambruna en Palencia.

Ahora bien, no podemos reducir la santidad únicamente a quienes han sido reconocidos como tales por la Iglesia. A la mente seguramente nos llegan nombres de muchos «santos de al lado»; esas personas de nuestro entorno que nos inspiran a ser mejores ayudando a explicitar la Verdad humana en medio de la sociedad. Son hombres y mujeres que, en su afán diario, reflejan el rostro de Dios en la sencillez. Esos pequeños gestos cotidianos también son signos proféticos, un poco de levadura de sinceridad y verdad que fermenta la masa de la sociedad[7]. A su modo, con ellos se hace eco de la llegada de la Palabra al mundo a través de María, la humilde nazarena que acogió en su seno la salvación con un sí que cambió toda su vida. Fue alguien que supo involucrarse y acompañar el proyecto divino[8].

PostureoEstos gestos de anuncio son tan diversos como hay personas en el mundo. Pueden incluso  tomar la forma de la denuncia de injusticias, pero lo que debe primar ante todo es el deseo de manifestar la potencia liberadora de Dios en este reclamo. Si nos remitimos a los relatos de curación que aparecen en los evangelios, vemos cómo Jesús devuelve la vida a quienes han quedado oprimidos por el pecado y por la exclusión social[9]. Su actitud es un vivo ejemplo de que el anuncio del Reino no es un mero postureo ético atrincherado detrás de una pantalla electrónica, algo que lamentablemente está tan de moda en las redes sociales hoy en día[10]. Ese tipo de alardeo no pasa de ser un fingimiento sin compromiso; no es una disposición que acoge y acepta la necesidad de la gracia transformante en nuestra vida y la de quienes nos rodean. La santidad nos llama al desafío esperanzador de transmitir una experiencia solidaria, a tomarnos de la mano y descubrir la verdadera fraternidad que nace del mutuo apoyo. El evangelio nos invita a darnos la mano para levantarnos como Dios nos ha enseñado a través de su Hijo[11].

 

[1] Jn 14, 6

[2] LCO 1§II

[3] Francisco (19 de marzo 2018), «Exhortación apostólica Gaudete et exsultate» 1 (19 de marzo 2018)

[4] cf. Mt 5, 13-16

[5] cf. Comisión Episcopal Española de Liturgia (1980), «De los tratados morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job (Libro 13, 21-23, PL 75, 1028-1029)» en Liturgia de las Horas según el Rito Romano vol. II, Coeditores Litúrgicos, Barcelona, p. 221

[6] cf. Proceso de canonización de Santo Domingo – Actas de testigos de Bolonia; Testigo II: Fray Guillermo de Monferrato

[7] cf. 1Cor 4, 6-8

[8] cf. Francisco (24 de noviembre 2013), «Exhortación apostólica Evangelii gaudium» 24

[9] Por mencionar algunos, véanse «El relato del ciego Bartimeo» (Mc 10, 46-52); «La curación en sábado de la mujer encorvada» (Lc 13, 10-17), «La curación del paralítico de Bethesda» (Jn 5, 1-18).

[10] R. Elises (2 de febrero 2021), «Postureo ético: Exhibir compromiso social y no mover un dedo» en RTVE [https://www.rtve.es/playz/20210202/postureo-etico-virtue-signalling/2071269.shtml]

[11] cf. Francisco (24 de noviembre 2013), Ibid., 87