Comprometidos por el Amor

Fr. Vicente Benedito Morant
Fr. Vicente Benedito Morant
Convento de Sta. Catalina, Virgen y Mártir (Barcelona)

Sexto Domingo de Pascua

"El que me ama guardará mis Palabras y mi padre lo amará". En este texto evangélico podemos descubrir como idea central para todo ser humano la necesidad de un compromiso por amor. Claro, todos esperamos de un amigo que se porte como tal, la amistad le compromete y el compromiso es la traducción de esta a las vicisitudes de la vida de cada día. De hecho, cuando alguien se muestra cercano y se porta como un amigo, nos sentimos seguros de su amistad para con nosotros pues... "Obras son amores y no buenas razones".

De la misma manera, Jesús en este Evangelio está dando un criterio de realismo respecto a las relaciones con Dios y su palabra y las relaciones con el entorno que nos rodea. Una fe que solo vinculara nuestra mentalidad, nuestra reflexión o incluso nuestra ideología sería solo una apariencia. Por el contrario si nuestra fe está moviendo nuestra vida, si vemos que es capaz de moverla, estamos madurando en nuestra relación con Dios. Por tanto, el ser creyentes afecta a todas las facetas de nuestra vida. No puede ser de otra manera si en quien creemos es en el Dios de Jesús. Pero también tiene que ser así si pretendemos la felicidad y la maduración personal. Ciertamente algo tiene que decir Dios respecto nuestras relaciones y en los distintos aspectos de nuestra vida, "...Mi paz os dejo, mi paz os doy ...".

Otra cuestión que parece plantear el Evangelio es como la presencia de Dios, su sabiduría práctica, su paz, no es fácilmente identificable por los criterios en los que normalmente nos manejamos. Muchas veces estos criterios requieren de una revisión práctica y valorativa a la luz de la buena noticia de Jesús. Por ello la paz que da no es como muchas pequeñas paces que encontramos en la historia. Paces que pueden ocultar injusticias, miedos, conformismos... La paz que da Jesús es una paz que realmente hace las relaciones interpersonales más humanas, plenas, libres, auténticas..., por tanto, llenas de Dios. Claro, esto sólo es posible si está presente en nuestras relaciones el mismo Espíritu de Dios. Al mismo tiempo este es el signo de su presencia.

También la universalidad de la buena noticia queda clara en este texto evangélico, la buena noticia de Dios nunca puede ser excluyente. Ya hemos referido que una fe formada exige mucho más que una ideología, que hace referencia a una actitud vital y a un estilo de vida que obviamente abarca la dimensión comunitaria y social de la persona. Ahora hacemos el énfasis en la universalidad del mensaje y en su vocación de conseguir una fraternidad universal, más allá de las legítimas diferencias.

Pidamos, pues, al Dios de Jesús que seamos capaces de darle un culto en espíritu y verdad, que nos haga crecer como personas y comunidades para alcanzar la felicidad.