Dios, solidario con el hombre

Dios, solidario con el hombre

Fr. Vicente Benedito Morant
Fr. Vicente Benedito Morant
Convento de Sta. Catalina, Virgen y Mártir (Barcelona)
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Domingo XXIX del Tiempo Ordinario


Es cierto que uno de los riesgos de una fe que no ha alcanzado una adecuada madurez sería el de considerar a Dios como una especie de talismán que nos soluciona nuestros problemas. Sin embargo, otro riesgo, no menos grave, sería el considerar a Dios como un ser aislado de nosotros, de su creación y por lo tanto que nada tiene que decirnos en nuestra vida concreta de cada día. En realidad esto también empobrecería a Dios y en ambos casos nuestra vida quedaría sin sentido. Un Dios que estuviera al servicio de mis necesidades me dejaría sin cubrir mi necesidad más importante. En realidad necesitamos que alguien que sea capaz de conocernos mejor que nosotros mismos y querernos más que nosotros mismos colme esos anhelos de plenitud y de felicidad que en muchos casos no se nos manifiestan conscientemente. Pero claro, para dar respuesta a esta necesidad Dios no puede ser ajeno a nuestra vida, a nuestra historia, a nuestras vivencias y quehaceres de cada día.


Así tanto en las lecturas como en el Evangelio se nos presenta un Dios solidario con el hombre, un Dios que está detrás de sus empresas cuando son justas y están al servicio de la humanidad. Nada que ver esto con un Dios mágico del cual se puede obtener su favor a cambio de la realización de sacrificios, esfuerzos o cumplimientos de preceptos. Se trata, más bien de que Dios está con el hombre, con todo hombre en particular y con la humanidad en su conjunto. Dios que ha creado por amor y no por necesidad no abandona a su obra. Por ello el mismo Dios que en Jesús ya ha vencido a la muerte y al pecado se hace presente en cada actuación humana a favor de su Reino. Se hace presente incluso a pesar de la limitación y la pobreza de esos agentes y destinatarios de su Reino que somos las personas. El Dios de Jesús, en el Evangelio, se muestra cercano en ese acto de justicia que hace el “juez injusto” en favor de la viuda. Dios no es frío y distante, empatiza con el hombre y con toda su creación y esta empatía la podemos percibir por la fé y por el compromiso con un mundo mejor. El Dios de Jesús es un Dios que está decididamente con quienes defienden los derechos de los olvidados.


Sólo así resulta creíble que Dios nos ha creado para la felicidad y la plenitud y que su Hijo dio su vida en la cruz para hacerlo posible mediante un amor hasta el extremo y plenamente eficaz. Eficaz en favor del hombre, del universo y eficaz en favor nuestro.
Pidamosle pues al Dios que es misericordia que se haga presente en nuestra cooperación con su plan de fraternidad y felicidad para el mundo entero.