El Dios de la compasión

Fr. Alexis Coffi González
Fr. Alexis Coffi González
Convento de Santo Domingo, Rep. Dominicana
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Is 55.6-9
Sal 144
Flp 1.20c-24.27a
Mt 20.1-16


        Las lecturas correspondientes al XXV domingo del Tiempo Ordinario nos sugieren una idea fundamental de la experiencia de la vida cristiana: Dios es un Padre Bueno, lleno de misericordia. En la primera lectura tomada del libro de Isaías aparece una nueva comprensión de Dios por parte del profeta, que muestra a un Dios rico en misericordia, que tiene planes de salvación que el hombre no conoce. Es una satisfacción encontrar esta imagen en el Antiguo Testamento, en contraposición a otras que nos resultan chocantes, cuando se habla de un Dios justiciero, vengador, que toma cuentas del mal y castiga sin remedio a los pecadores. La nueva perspectiva se ajusta más a la de un Padre Misericordioso, que ama a sus hijos y busca el bien de ellos, por lo tanto, está en consonancia con el Dios de Jesús, el Padre Bueno, que envió a su Hijo para salvar al mundo.
        El carisma dominicano asume esta comprensión de Dios, revelada en plenitud por Jesús, de tal modo, que un fraile al profesar se le pregunta: ¿Qué pides? Y este ha de responder: "La misericordia de Dios y la vuestra", refiriéndose a la comunidad que le recibe. Esta seña de identidad induce a imitar a Jesús al estilo de Santo Domingo, que predicó al Dios de la compasión. El Dios que no lleva cuentas del mal sino que se apiada, perdona y salva a los hombres y mujeres que le buscan con sincero corazón. Tal como el profeta y por nuestra vocación de predicadores, somos enviados a dar al mundo la buena noticia de la salvación y del amor de Dios, a contribuir en la construcción del Reino de Dios, como religiosos buscadores de la verdad. No valen los tonos catastrofistas, las condenas y el temor, sino que la Palabra de Dios generadora de esperanza, confianza y amor sugieren un lenguaje que exprese la bondad divina.


         En el seguimiento de Jesús es necesaria la experiencia de un encuentro con Dios que transforme la vida de cada uno de nosotros, así como la vivencia personal del perdón, que trastoca nuestros planes. En el texto se nos recuerda que los planes de Dios no son nuestros planes y que los caminos de Dios no son nuestros caminos, de modo que no hay excusas ante la llamada de Dios, a Él le basta con nuestra respuesta y actitud de confianza para cambiar nuestras vidas y al mundo.
       La ternura y la compasión están también inscritas en la impronta que Dios dejo en la creación del hombre. Somos más humanos y sentimos plena felicidad, cuando de nosotros nace la bondad, el servicio y la comprensión. Cuando somos capaces de compadecernos, de padecer con el otro, cuando no somos indiferentes ante ninguna necesidad humana. Dios es el amigo incondicional, que está junto a nosotros, que no echa cuentas de la hora en que comenzamos a trabajar, de cuanto hemos hecho, sino que atiende a lo que necesitamos para vivir y da a cada uno lo que por dignidad le pertenece. Su generosidad no conoce la matemática de la justicia calculadora sino que se desborda en dones para todo el que le busca y abre su corazón.