Fiesta de san Simón y san Judas Tadeo, Apóstoles
En esta fiesta de los santos Simón y Judas Tadeo, se nos propone a dos de los discípulos que Jesús hizo apóstoles. En el Evangelio de esta fiesta nos encontramos ante un relato de vocación. Jesús llama a personas concretas para seguirle y para vivir su estilo de vida. El Maestro llama para que los discípulos se pongan en camino y testimonien sus palabras y obras. Los discípulos son los portadores de la Palabra de Jesús. Sin embargo, estos discípulos no se reducen a los Doce, sino que son muchos más los designados: como el grupo de los setenta y dos, que fueron a proclamar el Reino de Dios. De entre discípulos del Maestro, destacan los Doce, cifra simbólica que representa el nuevo Israel, la Iglesia. De ahí que no sólo se haga alusión a los dos santos que hoy celebramos, sino también al grupo de los Doce; que como nos dice el texto, también nombró apóstoles. No se trata de personas que han subido la escalera y luego la quitan para que otros no suban, sino de personas que quieren identificarse con el proyecto salvífico de Jesús. La llamada es, por lo tanto, individual y comunitaria.
Esto se produce en Galilea, un lugar muy significativo. Jesús constituye apóstoles a doce de sus discípulos, antes de ir a Jerusalén, que como sabemos, será el centro del primitivo cristianismo. Para el evangelista Lucas es muy importante el sentido de comunidad; dejarla o abandonarla, como hicieron los discípulos de Emaús, supone cometer un grave error. Porque Jesús vive y está en la comunidad. El Evangelio constituye un texto sagrado para la comunidad, un texto normativo para que los discípulos permanezcan firmes en la Fe. Ya que la comunidad de Jesús, es una comunidad de Fe, de misión, apostólica, en definitiva, de enviados por Cristo. Este es el significado de ser elegido apóstol: ser enviado y testigo de Cristo en medio de las naciones. Un apóstol de Jesús no puede conformarse con las realidades de injusticia, de pobreza, de servidumbre, que reinan en nuestra sociedad. El apóstol de Jesús es el testigo enviado, que proclama la esperanza del Reino de la justicia,del Reino de la igualdad, a todas las personas.
Por otra parte, la narración lucana subraya algo más: el sentido de la oración de Jesús; que también debería ser el sentido de la oración de todos sus seguidores. Jesús sube al monte, donde está Dios, simbólicamente hablando. Porque la obra que va a realizar es inminente. Necesita la fuerza de Dios para su realización. Jesús ora a Dios para que su obra salvífica sea efectiva. La salvación de Dios llega por la fuerza de la oración, por la fuerza del Espíritu. Jesús es el portador del Espíritu de Dios, del aliento renovador y creador de Dios. Es de suma importancia dejar lugar a la acción del Espíritu, en nuestra vida. Esto supone dar importancia al Espíritu. Nuestra comunidad apostólica se constituye a partir del Espíritu de Jesús. Por esa razón, el Evangelio de Lucas ha sido llamado el Evangelio de la oración. Es una invitación a desarrollar, y a cuidar, la oración. La auténtica vida cristiana nace del interior.
La fiesta de los santos Simón y Judas Tadeo, es un muy popular. A san Judas Tadeo se le asocia con favores recibidos para conseguir empleo y otras gracias. Judas literalmente significa "alabanzas sean dadas a Dios"; y Tadeo, "valiente para proclamar su fe". Por otro lado, Simón significa "Dios ha oído mi súplica". Quizá por esta razón, se ha unido en un sólo día la fiesta de ambos apóstoles. A parte de que Simón y Judas hayan sido llamados por Jesús, o hayan recibido el Espíritu en Pentecostés, o hayan presenciado los milagros de Jesús, se cree que ambos Apóstoles siempre iban juntos a predicar. Y según la tradición, ambos fueron martirizados juntos. Por lo tanto, de ellos podemos aprender que Jesús nos elige y nos hace descubrir el sentido de la misión, predicando el Reino de Dios.