La Epifanía de Jesús
La festividad de la epifanía de Jesús es una de las tres epifanías que celebra la Iglesia católica, quizás aquella a la que más directamente asociamos con el término epifanía. La aparición de Juan el Bautista en el Jordán y el comienzo de la actividad pública de Jesús junto a sus discípulos en la boda de Caná, son las dos otras manifestaciones que son conocidas con este mismo nombre.
Esta festividad tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas. La celebración del solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado el cambio del recorrido terrestre era el motivo de esta exaltación: la victoria de la luz sobre las tinieblas. Cosme el hagiopolita (s. VIII), cuenta que los paganos celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos, con ritos nocturnos en los que gritaban: "!la virgen ha dado a luz, la luz crece¡". Era una festividad de la proclamación y victoria de la luz sobre las tinieblas con motivo del inicio del nuevo ciclo estacional.
En la tradición cristiana, cuando se escribe el evangelio de Mateo, éste ya conocía la muerte y la resurrección de Jesús. El texto de los magos recoge de forma sintética la proclamación de la buena nueva a los judíos y a los gentiles. Con él se expresaba que lo manifestado en Belén tenía un alcance universal, era un anuncio a judíos y gentiles. Los primeros lo conocían por medio de los textos proféticos, a los segundos se les revela siguiendo las manifestaciones de la naturaleza: “Porque lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista: Dios mismo lo ha puesto delante. Desde que el mundo es mundo, lo invisible de Dios, es decir, su eterno poder y su divinidad, resulta visible para el que reflexiona sobre sus obras, de modo que no tienen disculpa” (I Cor. 1,19-20) […] ”Me explico: cuando los paganos no tienen Ley, hacen espontáneamente lo que ella manda, aunque la Ley les falte, son ellos su propia Ley;” (I Cor. 2, 14-15).
Aquellos magos sabios, siguiendo la estrella del nacimiento que anuncia la buena nueva, siguen su rastro pero no saben donde se encuentra el motivo de su peregrinar, tienen que aprenderlo de aquellos que conocen la historia de la Salvación. Y ahí radica la paradoja: quienes conocen la tradición y los profetas no buscan al rey recién nacido para adorarlo; de hecho, el rey de los escribas y de los sumos sacerdotes conspira contra el Mesías y busca su muerte.
Pero aquellos magos, procedentes de un mundo diferente, sabían que el conocimiento de la sabiduría no es una actitud ni un deseo, es una aspiración, un contacto con la realidad. Es hacer aquello para lo que uno se siente inspirado: es seguir el latido de la vida. La sabiduría es lo “No conocido por aquellos que lo conocen; conocido por aquellos que no lo conocen”.
“Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”.
Dios salva a Jesús. Lo salva dándole la victoria, haciéndolo retornar de la muerte. Y quizás sea este el gran regalo que aquellos magos nos hacen hoy. Vinieron de lejos buscando la vida, y cuando la hallaron la reconocieron y se volvieron a sus lugares de origen, enriquecidos por esa aventura que, en principio, no sabían donde les podía llevar. Encontrarse con un mundo diferente al propio suele ser, con frecuencia, un motivo de inquietud, de inseguridad y, con frecuencia, de muerte.
La fiesta de la epifanía de Jesús es una celebración de la aceptación de lo diferente en su manifestación de la variedad de la Vida. Es una aventura personal y colectiva, en la que no sólo intervenimos nosotros, sino algo que está por encima de cada uno y que, por supuesto, si se hace con sentido diálogal auténtico, no sabemos a donde nos puede llevar. Y ello, porque cuando dialogamos no lo hacemos sin más de forma individualizada, llevamos dentro toda una tradición y un lenguaje cuyas palabras son algo más que meros signos referenciales de objetos, son parte de la historia viviente que los pueblos han ido acumulando a lo largo del tiempo en cada una de ellas. La Epifanía de Jesús es la fiesta de la inclusividad de lo humano por excelencia.