“Perseverancia y paciencia en los momentos difíciles” XXXIII domingo del T. O. (Lc 21, 5-19)

La realidad vivida en nuestros días de los profundos cambios socioculturales, económicos, políticos y religiosos que sacuden al mundo, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús, la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.


En el evangelio de hoy Jesús pronostica a sus seguidores las dificultades y luchas que encontrarán a lo largo de su camino. En ningún momento les augura una trayectoria fácil, de éxitos y gloria. El seguimiento de Jesús nunca ha sido fácil hasta un extremo en que sus seguidores hayan podido decir que ya lo tienen todo, y que nada queda por hacer. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Para nosotros sus seguidores, aunque nos parezca duro y difícil, es el camino adecuado que necesita seguir una Iglesia fiel a su Señor.


Jesús asegura que habrá momentos difíciles, desconcierto y confusión; momentos en que escucharán mensajes y revelaciones que propondrán nuevos caminos de salvación, pero que tal realidad no les sorprenda. Con la frase “que nadie os engañe”, Jesús invita a sus seguidores y les advierte a no caer en la ingenuidad de confiar en mensajes ajenos al evangelio, ya sea fuera como dentro de la Iglesia.


El ser verdadero seguidor de Jesús se debe manifestar dentro de la Iglesia, de una Iglesia abierta a la realidad de los tiempos. Si cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas, el deber de cada generación sería asumir su propia responsabilidad y no moverse como simple espectador. Si somos los continuadores de la misión salvífica de Jesús, hemos de saber que toda nuestra actividad, que se refiera a la predicación, a la reflexión teológica y a la caridad, cuenta con la ayuda del mismo Jesús: “Yo os daré palabras y sabiduría”. Eso nos ayuda a entender que incluso en un ambiente hostil, de rechazo, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana.


La Iglesia ante la realidad actual, marcada por problemas políticos, económicos, sociales y religiosos: las dictaduras, la corrupción, la inmigración, el terrorismo, las marginaciones de grupos humanos más débiles y vulnerables, etc., debe sentirse afectada y tocada por la realidad. La Iglesia le corresponde dar testimonio de su misión evangelizadora, como modo y forma de reavivar la llamada a ser testigo humilde de Jesús.


El Señor nos invita a una preparación sólida y resistente frente a las adversidades de los tiempos. Toda comunidad cristiana tiene la obligación de luchar contra las injusticias, opresiones y persecuciones que algunos levantan contra otros. Si nuestro Dios no es el Dios de la hipocresía sino el Dios de la verdad, como seguidores de Jesús y de santo Domingo, nos sentimos obligados a buscar la verdad de ese Dios de Jesús, ofreciendo un pensamiento y modo de vivir exentos de toda hipocresía e injusticia que nos conviertan en cristianos camuflados e incapaces responder a las exigencias del momento. Nuestra predicación debe llevar siempre juntos un anuncio de la verdad y una denuncia contra cualquier iniquidad u opresión.


También nos invita Jesús a ser perseverantes, “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”, actitud importante que marca la verdadera identidad del cristiano ante todo tipo de dificultades. Se trata aquí de un momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder paz ni lucidez.