¿Quién hizo lo que quería el Padre? (Domingo XXVI del T.O. Ciclo A.)
¿Cuál es la voluntad de Dios?
Pregunta difícil… y más para quien anda cuestionándose esto de si el camino de su vida sería ser fraile dominico…
Nadie piense que aquí vamos a dar respuestas sencillas… no es la vocación un proceso fácil de descubrir… y menos suponiéndose que esto es un comentario al Evangelio de este domingo.
Lo que si hay que tener claro es que Jesús en este pasaje alaba precisamente a quien busca hacer la voluntad de Dios. Dos imágenes nos pone el evangelista Mateo en boca de Jesús sobre esto, sobre cómo hacer la voluntad de Dios.
Una, la de dos hijos y un padre que les pide que vayan a trabajar a la viña… uno dice que no le da la gana… pero reflexiona, se arrepiente y va. El otro le dice que irá… pero luego pasa de ir.
La otra, de profundo escándalo aún hoy en día, es la de que las prostitutas y los pecadores públicos van delante de los demás en el camino del Reino de Dios… ¿Y por qué? ¿Qué tendrá que ver eso con la voluntad de Dios? De las prostitutas y pecadores dice el propio Jesús que el motivo es que ellos hicieron caso a Juan Bautista… que predicaba la conversión del corazón. ¿Es que acaso las prostitutas y pecadores se habían convertido? ¿No se supone que hacen algo inmoral y que siguen en su vida desordenada?
Obviamente la primera lectura del evangelio de hoy es que se alaba y se insta a la conversión… que lleva a hacer la voluntad de Dios. ¿Pero de que conversión estamos hablando? Pues de algo tan difícil de hacer, como la conversión del corazón.
Jesús está alabando aquí a quien ama de verdad. A quien es capaz de darse cuenta de que no estaba actuando con el corazón, con el amor como norte y guía, y a quien, a pesar de que su vida no acompañe, quiere vivir desde el corazón y quiere cambiar.
En el fondo, tengo para mí, que lo que se está alabando, que lo que se pone como modelo aquí, es a quien es capaz de -pese a arrebatos, caídas, pecados, etc.- querer vivir de verdad con y desde el corazón. No siempre el primer movimiento es el más sabio, no siempre la primera inclinación es la que nos habla de amor, pero si lo que se busca es tener al amor en el centro de la vida, entonces se está buscando hacer la voluntad de Dios. Sabiendo que eso siempre exige un cambio en nuestra vida y conducta.
Con la vocación religiosa sucede algo similar. Hay que discernir bien cuál es el motivo de buscar este camino. Ser fraile dominico es una llamada a hacer del amor y de la conversión el centro de nuestra vida, es buscar hacer la voluntad de Dios que habla de amar, de entregarse, de olvidarse de uno mismo. No es cumplir normas, quedar bien, figurar o hacer carrera -como recuerda tantas veces el Papa Francisco-. Solo el amor debería ser el norte de conducta de un cristiano, y sólo el amor puede ser el fondo de vida de un fraile dominico.
El estudio, la comunidad, la contemplación, la predicación misma -que son los rasgos de identidad de los dominicos, junto a un estilo propio en el que la pobreza, la compasión y la democracia como forma de organización están presentes- sólo se entienden desde el amor que las sostiene, desde el amor evangélico que Jesús nos muestra como guía y sentido de la vida de las personas, desde el amor que queremos contar al mundo entero.
Ser fraile dominico pues puede parecerse más al hijo que dice que no irá a trabajar y luego, arrepintiéndose, va, porque el amor le guía, o a las prostitutas y pecadores públicos, que quieren cambiar su vida para que el amor y la voluntad de Dios sean su camino, que a cualquier otra cosa…
Ser fraile dominico es en definitiva querer que el amor sea el fondo y base y guía y norte y horizonte de toda tu vida.