Una experiencia de 'erasmus' en la Orden

Julian Eder
Julian Eder
Alemania

¡Qué alegría cuando estás caminando y se te une otra gente en el andar! Esta alegría me llena en estos días, porque el sábado 20 de septiembre tres prenovicios empezaron sus caminos con los dominicos de la provincia de Teutonia de Alemania, mi provincia de origen. Cuando me doy cuenta de que Dios llama a hombres para que sigan a su Hijo anunciando la Buena Noticia siento que algo hermoso sucede. Recuerdo bien mi tiempo antes de entrar la Orden de Predicadores: el entusiasmo por Dios, pero a la vez la incertidumbre y dudas. Es fácil imaginar que la situación de los tres hombres jóvenes ha sido parecida. Tanto más me alegro de que Chris, Melvin y Clemens confiaran en Dios, que les dijo como a Abrahán “¡Vete a la tierra que yo te mostraré” (Gen 12,1). Finalmente, se atrevieron.

¿Pero, qué les va a esperar durante los próximos meses? Pues, la primera etapa antes de ser fraile dominico se la llama “Postulat” en alemán (postulantado en castellano). La palabra de origen latina (“postulare”) quiere decir “pedir” algo y la utilizamos porque el postulante pide vivir un tiempo con los frailes dominicos. Durante este tiempo los postulantes van a conocer la vida comunitaria de oración, de compartir de la fe con los frailes y también profundizar su relación con Dios. Además, tendrán que introducirse en el trabajo pastoral y social, que abarca una amplia variedad.

Si estas experiencias les refuerzan en su decisión de vivir como dominicos, dentro de cinco meses tomarán el hábito blanco y negro; pasarán un importante año de noviciado en la ciudad de Worms, y luego comenzarán sus estudios de Teología en Maguncia. Pero la formación de dominico en toda la Orden es muy amplia. Se intenta integrar los talentos, los carismas y formación anterior de cada fraile. Yo soy un ejemplo de ello: antes de ser dominico estudié Derecho y gracias a ello conocí el trabajo de los frailes predicadores en la ONU y en Bruselas.

En cuanto a los estudios, la formación dominica en Alemania incluye también una experiencia de un año en otra provincia de la Orden antes de la profesión solemne. Varias son los destinos a los que viajan los estudiantes: Bolivia, Francia, Italia, Suiza, Egipcio o Irán, por ejemplo. En definitiva, cada uno según sus conocimientos de lenguas, su educación anterior, etc. Es una oportunidad maravillosa para conocer la internacionalidad, pluralidad, riqueza cultural, confianza mutua y la unidad fraternal y espiritual de la Orden de Predicadores. Una manera de vivir nuestra misión en todo el mundo: anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios.

Así es como vine a Valencia el pasado agosto desde Maguncia, donde había pasado mis tres años anteriores estudiando Teología. Para los dominicos de otras tierras España tiene una importancia bastante grande: no sólo es el país donde nació Santo Domingo de Guzmán, el fundador de nuestra orden, sino también otros dominicos muy importantes. Por ejemplo, durante mis estudios de Derecho conocí la vida de dos frailes españoles del s.XVI: Bartolomé de Las Casas y Francisco de Vitoria. Por sus méritos en la defensa de la población indígena en las tierras entonces recién descubiertas, los considero como pioneros en el campo de la defensa de la dignidad y de los derechos humanos. La tradición de centros de estudios como el Convento de Salamanca tiene fama entre los frailes en todo el mundo. Por tanto el castellano, junto al francés y al inglés, es una de tres lenguas oficiales de nuestra orden y todos los dominicos de Alemania intentamos llegar a un nivel de fluidez por lo menos en una de estas tres lenguas. Ya antes de venir a Valencia visité varias ciudades españolas, en las que viví el carácter español, que me resultó simpático, abierto, y acogedor. También, la riqueza cultural de sus diferentes regiones me impresionó bastante, luego mi decisión de vivir un año con los frailes españoles no fue ninguna sorpresa para mis hermanos teutones.

Aquí en Valencia disfruto de la hospitalidad de la comunidad del Real Convento de Predicadores y junto con otros estudiantes tengo clases en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer. Poco a poco me hago una idea de la teología, cultura, y modo de vida españoles. Al mismo tiempo trato de mejorar mi castellano. Estando en otro país, eso significa que tengo que hablar, leer, estudiar y rezar en otro idioma. Esto es un reto para mí y a veces me cuesta bastante. Pero a la vez, la comunidad me ayuda mucho: Los hermanos me explican refranes, me aconsejan en temas del estudio, me muestran sitios preciosos y me consuelan, cuando mi progreso del conocimiento del castellano me parece muy despacio, diciéndome: “No se ganó Zamora en un día”.

Pero estudiar en otro país me parece también una experiencia que fomenta mucho mi crecimiento personal. La integración en otro contexto cultural me permite pensar desde un punto de vista diferente sobre mi fe, mi vocación y la vida y misión de los frailes predicadores.

Durante mi primer mes en España me he sentido muy bien acogido. La alegría mediterránea, la comida española y la mentalidad de la gente me gusta mucho. Pero, por supuesto, hay algunas cosas que echo de menos: Cuando el calor de Valencia pega mucho, sueño con el fresquito que ya hace en mi país. En cuanto a los costumbres eclesiásticas me sorprendieron algunas particularidades: Por ejemplo que se canta mucho menos en la liturgia que en el norte. Como escucho los textos bíblicos en otro idioma, tengo que concentrarme muy bien y resulta que estoy más atento y sensible. Así llego a conocer facetas de la Sagrada Escritura de los que no me había dado cuenta en mi lengua materna, por ejemplo en las imágenes y comparaciones en los parábolas de Jesús o en las profecías de Israel. Lo que me falta a veces es el encuentro con los fieles después de las misas. Esto es muy común en Alemania y Austria y me parece una cosa muy buena. Así la comunión litúrgica continua también en la vida fuera del templo, algo que pedimos a Dios en muchas oraciones litúrgicas. Echando un guiño, les pregunté a mis hermanos si la gente vuelve a casa tan rápido porque teme que en casa la Paella se acabe. Pero, fuera de bromas, quiero mucho a la gente del país del abanico, la fregona, el sol y la sonrísa y agradezco mucho estar aquí.

Antes de terminar quiero volver a insistir sobre mi alegría por los tres postulantes alemanes. Por eso quiero pedir al Señor que bendiga sus caminos, y les conceda buenas experiencias que les hagan crecer y madurar como testigos del amor de Dios a través del carisma dominicano.