"Venid y lo veréis" - II domingo T.O.
El Santo Evangelio que nos propone la liturgia para este segundo domingo del Tiempo Ordinario, está muy ligado al tema del seguimiento y la llamada. Es lo que hicieron los discípulos de Juan que al oír la palabra de Jesús emprendieron junto a él su recorrido. Indiscutiblemente el evangelio de hoy nos tiene que servir de paradigma y consuelo para poder expresar con seguridad el sí al llamado que el Señor nos hace. Y este llamado no es única y exclusivamente para los religiosos, seminaristas o aquellas personas que sientan el llamado a iniciar un proceso vacacional con alguna congregación. Al contrario, en este “Venid y lo veréis” están incluidas aquellas personas que sirven a Dios fuera de la vida religiosa. Ellos, desde distintas áreas y con sus características propias, han podido responder positivamente a ese llamado que Dios hace.
El seguimiento auténtico de Jesús siempre comporta dificultades, unas veces porque no estamos prestos a escuchar su llamada, y otras porque habiéndola escuchado, nuestra vida no se presenta con la coherencia que exige dicho seguimiento. Pasa también que muchas veces confundimos la voz de Dios a través del hermano por las muchas voces que nuestro mundo nos ofrece, en la cual tenemos caminos aparentemente hermosos y llenos de buenas perspectivas, pero que nunca terminan de satisfacer nuestra felicidad. Son caminos pasajeros, temporales, que se esfuman de la noche a la mañana dejando en nosotros un vacío existencial con miles de preguntas por responder.
Por otro lado, no se trata de esperar a que Jesucristo vuelva para entonces seguirle. Mientras tanto, ¿qué hacemos? El seguimiento de Jesús empieza – primero – a partir de un encuentro personal con Él, habida cuenta de que este encuentro personal es diverso y lleno de matices según sea cada persona. Segundo, seguir a Jesús conlleva a un compromiso en favor de aquellas personas más necesitadas. No podemos decirnos creyentes y ser indiferentes a las realidades que nos afectan.
Al igual que los discípulos que siguieron a Jesús convencidos del llamado, hoy nosotros como creyentes y desde nuestro contexto, debemos de ser los que transmitan un mensaje de liberación. Un mensaje donde se denuncian las injusticias que vive mi prójimo. Porque mi prójimo no es solo aquel que yo encuentro en mi camino, sino también aquel en cuyo camino el amor me empuja a situarme. Aquel a quien yo me acerco y busco activamente movido por los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Por tanto, el seguimiento de Jesús reclama que salgamos de nuestra zona de confort. Es lo que expresaba el Papa Francisco en la exhortación Evangelii Gaudium, cuando dice: “… prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos” (n. 49).
Por último, ir tras de Jesús es una decisión personal que nadie puede hacer por nosotros. Porque la tengo que asumir desde una perspectiva única e irrepetible, la mía. En tal sentido, nuestra respuesta dependerá de lo que busquemos en Jesús. Y para eso debemos de tomar el riesgo y seguirle; experimentar ese dejarlo todo por un amor mayor e incondicional, como es el amor de Dios hacia nosotros.