Volver a empezar

Volver a empezar

Fr. Ángel García Martínez
Fr. Ángel García Martínez
Real Convento de Predicadores, Valencia
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Ha vuelto la Cuaresma. Como cada año, comenzamos esta cuenta atrás de cuarenta días para la Pascua. Y a algunos nos ha pillado casi de sorpresa. Pero, efectivamente, ya está aquí, ya estamos de lleno en este tiempo.

Pero, ¿cómo vuelve a empezar la Cuaresma? Es cierto que es algo que se repite año tras año, y que puede llegar a parecernos rutinario y simplemente ‘algo más’. ¡Ay, la rutina! Esa palabra tan temida, de la que ahora nos empeñamos en huir con tanto ahínco. Podríamos quedarnos ahí: vuelve a ser Cuaresma. De nuevo el color morado, la ceniza, abstinencia, ayuno, oración, limosna… Y de ahí no pasa: no cala esta época en mi vida.

Volver a empezar en otro sentido: comenzar de cero, restaurarnos

En cambio, la Cuaresma es volver a empezar en otro sentido; porque ese volver a empezar no se da tanto en el tiempo como sí en la profundidad de nuestro ser. Es comenzar de cero, restaurarnos, recibir el abrazo del Padre, reconocer el rostro del Hijo en nuestras vidas y dejarnos inundar del Espíritu que empujó a Jesús al desierto. Es efectivamente una nueva oportunidad de volver al amor primero, de recuperar el sentido de nuestras vidas. Dicho de otro modo, es «convertirse y creer en el Evangelio».

Cuaresma es recibir la vida tal cual es, un regalo de Dios, y tomarla en consecuencia. Sólo si la vemos así puede ser un auténtico tiempo de gracia. De otro modo, se convierte en rutina, en repetición sin sentido; y no sólo la Cuaresma, sino la vida en general. Esta es una tentación que -como he podido comprobar en mis propias carnes- está presente y acechándonos, especialmente a los religiosos, que nos regimos por una «vida regular». Porque nuestra vida tiene mucho de rutina (todos los días rezamos a la misma hora, igual que el ir a clase, el comer, celebrar la Eucaristía… todos juntos, ‘en el mismo sitio y a la misma hora’, como canta una sevillana). Y siempre está a la vista el peligro no sólo de perder la ilusión, sino la mirada sobrenatural sobre todo esto; y sin esa mirada sobrenatural, me podréis decir qué sentido podemos encontrarle a madrugar todos los días para rezar Laudes todos juntos… y todo lo que sigue.

El Señor nos ha sacado de nuestra rutina para llevarnos al desierto

Pero de repente ha llegado el Señor a sacarnos de nuestra vacía comodidad para llevarnos al desierto. Qué faena, ¿no? Salir de la zona de confort para ir al desierto, donde nada hay más que arena, sol, calor y un horizonte vacío. Efectivamente, en el desierto no hay nada… porque donde no hay nada, es donde mejor se escucha la voz de Dios: «Voy a seducirla: voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón» (Os 2, 16). Nos invita a llenar de esperanza ese horizonte vacío, a dejarnos transformar por el calor de su amor y la luz de su verdad.

Esto, en definitiva, es la Cuaresma: un volver a empezar, reavivarnos en el amor primero. Disponernos no sólo para vivir la Pascua, sino para resucitar con Cristo en la Pascua. Ojalá estos sean verdaderos días de gracia, de fuerte encuentro con el Señor. Que todo lo que hagamos sirva para dirigir más nuestro corazón al Suyo. Y que María sea nuestra compañera de camino, y su rosario nuestra brújula para no perdernos entre las dunas.

Cristo en el desierto