Beato Fray Buenaventura García Paredes

Fr. Juan Carlos González del Cerro
Fr. Juan Carlos González del Cerro
Maestro de estudiantes de la Provincia de Hispania


Buenaventura García Paredes nació en Asturias, España, concretamente en Castañedo de Valdés, el 19 de abril de 1866. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento. De familia sencilla, humilde, trabajadora y muy religiosa. Fueron cinco hermanos y otro, además de él, fue también sacerdote. Buenaventura sintió muy pronto en su corazón la vocación a la vida religiosa y sacerdotal. Conoció a los frailes dominicos e impactado por su estilo de vida decidió entrar en la Orden. Ingresó en el Colegio dominicano de Corias, Asturias, para iniciar su postulantado. Comenzó los estudios, pero a los dos años tuvo que dejarlo por motivos de salud. Tras recuperarse, volvió a ingresar en la Orden, pero no en Corias sino en Ocaña, Toledo, en el Colegio Apostólico del memorable Convento de Santo Domingo. Este Convento es muy importante para la historia de la Orden en España, pues fue el único que quedó en pié tras la desamortización de Mendizabal y desde él se pudo llevar a cabo posteriormente la restauración de la Orden en España. También es memorable este Convento, perteneciente a la Provincia dominicana de Ntra. Sra. del Rosario, porque en él se formaron muchos dominicos para las misiones del Extremo Oriente, entre ellos cuatro santos: San Valentín de Berrio Ochoa, San Pedro Almató, San José María Díaz Sanjurjo y San Melchor García Sampedro, mártires del Vietnam, canonizados por Juan Pablo II en 1988. 

Ocaña, la vida observante de los frailes allí, la memoria de sus mártires, causó una honda impresión en el joven Buenaventura y será siempre un lugar referencial en su vida, como tendremos ocasión de mostrar más adelante. En Ocaña Buenaventura nace para la Orden, tomando el hábito en dicho Convento el 30 de agosto de 1883. Justo al año siguiente hizo su Profesión religiosa y continuó en Ocaña estudiando Filosofía. Terminada su formación filosófica pasó al Convento de Santo Tomás de Ávila, donde hizo su Profesión Solemne el 8 de septiembre de 1887. Completó sus estudios teológicos complementándolos con la carrera civil de Filosofía y Letras y Derecho. En 1891 fue ordenado sacerdote. Fue un hombre con una formación humana e intelectual impresionante y sobre todo con una experiencia de Dios aún más impresionante. Fue destinado a Manila, Filipinas, a la Universidad dominicana de Santo Tomás, para impartir clases. En 1901 regresó a España, al ser elegido Prior de Santo Tomás de Ávila. Después fue elegido Rector del Colegio que los dominicos tenían en Santa María de Nieva, Segovia. Posteriomente, Prior de su querido convento de Ocaña en 1910 y en ese mismo año elegido Prior Provincial. Durante su mandato como Provincial de la Provincia Ntra. Sra. del Rosario, contribuyó decisivamente a impulsar el apostolado misionero de la Orden en Oriente. Terminado su mandato, en 1917 volvió a España como Superior de la nueva Casa del Rosario de Madrid. En 1926 el Capítulo General de la Orden, celebrado en el Convento de Santo Domingo de Ocaña, le eligió Maestro de la Orden. El P. Buenaventura, postrado en el suelo, pidió a los electores que le relevaran del cargo, pero al no ser aceptada su petición asumió el oficio con un profundo sentido de obediencia y responsabilidad. Su mandato como sucesor de Santo Domingo al frente de la Orden duró dos años y medio, en los que trabajó incansablemente por el bien de la misma. Su salud le llevó a renunciar al cargo. Al terminar, le dieron la posibilidad de elegir destino, cualquier casa o convento, y él pidió volver al Convento de Santo Domingo de Ocaña que el amaba de verdad. Dedicado a la predicación, al estudio, a la investigación y a la atención de muchas personas que se confiaban a él pasó sus años en Ocaña. En julio de 1936 viaja a Madrid y allí le sorprendió la persecución religiosa y la guerra civil. Ya no pudo volver a Ocaña. Detenido en Madrid es martirizado por su condición de religioso, muriendo ejemplarmente y con valentía dando testimonio de la fe.

Todos los que conocieron al P. Buenaventura destacan su profunda sencillez, su auténtica humildad, su fe arraigada y profunda, su espíritu de oración, su gran capacidad para soportar las dificultades y para perdonar las ofensas, su caridad para con todos y su carácter afable. Como superior se mostró siempre compasivo y humano. Era un hombre plenamente identificado con el carisma de la Orden en la búsqueda de la Verdad y el anuncio del Evangelio, manifestando siempre un gran sentimiento de servicio y amor a la Iglesia.

El testimonio de vida de Buenaventura García Paredes, cercano en el tiempo a nosotros, nos impulsa a vivir con autenticidad y con verdadera pasión nuestra vocación como dominicos hoy. Su vocación como religioso dominico es una prueba más de que a través de personas, lugares o situaciones, Dios nos habla, “nos llama”, y nos muestra su plan para nosotros. El encuentro con los dominicos en su Asturias natal, y Ocaña, ese lugar tan importante para él, le hicieron sentir la llamada de Alguien que le quería como “dominico”, que le necesitaba como estudioso y anunciador de su Palabra. Buenaventura fue valiente y dijo “sí”.

Su entrega, su valentía, su fe es lo que la Iglesia especialmente reconoció aquel 28 de octubre de 2007, cuando Fray Buenaventura García Paredes fue beatificado en Roma junto a otros 497 mártires del siglo XX en España.

¡Beato Buenaventura, ayúdanos y ora por nosotros al Señor!