San Alberto Magno: Entre la Fe y la Ciencia
La relación maestro-discípulo entre Alberto Magno y Santo Tomás fue esencial para el desarrollo del pensamiento tomista y su visión integradora de la ciencia y la fe.
Para nosotros, San Alberto Magno es un ejemplo de santidad a través del estudio. Como Doctor de la Iglesia, fue un hombre multifacético: además de sus aportes a la teología medieval, también fue un hombre de ciencia, con intereses en campos como la Física, Química, Astronomía, Mineralogía, Botánica y Zoología. Fue uno de los primeros en definir el estatuto de las ciencias en la Cristiandad. Destaca sobre todo su deseo de subrayar la amistad entre la ciencia y la fe, afirmando que el estudio de la naturaleza puede convertirse en un camino auténtico de santidad que da gloria de Dios. Este enfoque se prolongaría de manera significativa en el pensamiento y obra de su discípulo más conocido: Santo Tomás de Aquino.
Cuando Santo Tomás estudió en París entre 1245 y 1248, encontró en Alberto Magno no solo a un maestro y a un hermano, sino a alguien que le abrió caminos intelectuales. Uno de los firmes propósitos de Alberto era hacer inteligible la ciencia y la razón griega con el dato teológico que ofrece la Revelación. La incorporación de la filosofía representó una verdadera revolución cultural, con la que demostraba que no existe una oposición fundamental entre la fe y la ciencia, a pesar de los episodios de incomprensión que continúan marcando la historia hasta hoy.
Como gran observador de la naturaleza, Alberto contemplaba el mundo como un libro divinamente escrito que podía ser interpretado según los distintos enfoques de las ciencias. Para Alberto, era importante respetar la autonomía de las disciplinas: cada campo del saber tenía sus aportes que ofrecer. Por eso, llegó a indicar que en asuntos de fe y costumbres debía seguirse a san Agustín, pero que, en cuestiones relativas a las ciencias naturales, era necesario recurrir a Aristóteles.
¿Qué puede haber más dulce que aquello en que Dios nos muestra toda su dulzura?
La influencia de Alberto Magno en la obra de Tomás – a quien se refería como «su hijo en Cristo»– se evidencia en los primeros opúsculos filosóficos del Aquinate, como "De ente et essentia" y "De principiis naturae", tratados metafísicos y cosmológicos respectivamente. En ellas se conjuga muy bien la concepción profundamente religiosa de la vida con una apertura hacia los valores y exigencias de la cultura profana. Sin duda alguna, el trabajo de Tomás refleja la marca del espíritu de su maestro, un hombre que pasó su vida en una constante búsqueda de la verdad y bondad, reconociendo que ellas siempre provienen de Dios.